Palmo a palmo, extenuante y sin margen para el error

Difícilmente, dentro del deporte, pueda encontrarse un elemento tan indiscutible como un resultado. Luego podrán entrar a sumarse factores influyentes, pero la realidad es el score. La Argentina y Brasil están 1-1, tras el primer día de acción de una serie que no desentonó con los pronósticos de paridad y equilibrio. En la Copa Davis quedó demostrado varias veces que la localía puede ser una ventaja, pero también conlleva una carga de tensión. A la Argentina no le salió la apuesta de llegar 2-0 al sábado y enfrentar con margen a un dobles rival que se presume como el punto más adverso de la llave. Justo es mencionar que, en cierto modo, faltó una pizca para que la cuenta saliera redonda. Pero el empate refleja la realidad de la dureza que cada compromiso implica para nuestro país. La lógica estuvo acorde con la realidad de Leonardo Mayer, que por ranking es el principal jugador de la serie, y también con la de Joao Souza, que atraviesa el mejor momento de su carrera. Lo hecho por ambos explica el equilibrio de fuerzas en este renovado clásico sudamericano, que dejará en la cuerda floja al primero que se equivoque.

Para la Argentina, el primer día transcurrió entre luces y sombras. Berlocq pareció derretirse bajo el sol; paradójicamente cuando las condiciones parecían ser las más propicias para su estirpe de gladiador fue cuando comenzó un derrumbe inesperado. Y cuando la noche se asomaba en más de un sentido, Mayer llegó al rescate con el tiempo justo para concluir la primera jornada con un suspiro de alivio.

Como sucedió en el repechaje de septiembre pasado en Sunrise, el Yacaré debió echarse al hombro una mochila pesadísima: darle el punto a la Argentina para no quedar 0-2. El correntino asumió la tarea con solvencia y con una solidez que le permitió llevarse los dos primeros sets; un tropiezo en el arranque del tercero originó la levantada de Thomaz Bellucci, pero Mayer consiguió torcerle a tiempo el brazo al zurdo para un triunfo por 6-4, 6-3, 1-6 y 6-3 que, en definitiva, demostró por qué era -y es- una presencia indiscutible en el equipo en este momento del tenis argentino.

Se lo vio muy emocionado al Yacaré apenas concluyó el encuentro; al borde de las lágrimas, casi imposibles de contener tras casi tres horas de tensión. Hombre de bajo perfil, Mayer intenta muchas veces restarles exceso a los triunfos o a las derrotas. Pero sabe que en la Copa Davis, cada resultado, positivo o negativo, lleva un peso que no tiene ninguno de los...

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