Un país donde todo puede pasar

Decían que sería en septiembre. Pero la dinámica de las crisis económicas y sociales no figura entre las ciencias exactas; establece su ritmo y su tiempo según su propio desorden. Ya está entre nosotros. El país sufrió en la semana que pasó la devaluación más fulminante del dólar paralelo desde la hiperinflación de los años 80 ; alcanzó el riesgo país de una nación en default, cuando la Argentina no lo está, y los bonos argentinos valen como valen los bonos basura. Industriales y comerciantes se niegan a seguir vendiendo electrodomésticos porque no saben a qué precio podrán reponerlos. La clase media se había refugiado en la compra de esos productos para deshacerse de los pesos y ante la imposibilidad de acceder al dólar, la moneda de ahorro de los argentinos. Algunas industrias podrían cesar su producción en los próximos días si no logran una certeza sobre la provisión de elementales insumos importados. El Banco Central no logra recomponer sus reservas en dólares y lo único que se le ocurrió, tarde y mal, es un sistema para que turistas extranjeros pueden cambiar hasta 5000 dólares a un precio más real que el oficial. Demasiado poco.

El Presidente, que siempre tiene un culpable en la mira y una conspiración al acecho, responsabilizó a los productores rurales porque -dijo- no liquidan 20.000 millones de dólares en mercadería almacenada. El campo ya le dio al país, en el primer semestre del año, el mayor ingreso histórico de dólares; no quedó nada de ese enorme caudal de reservas. Eso es culpa del Gobierno, no de los productores. Las medias verdades saben a mentiras. Alberto Fernández sigue las malas lecciones políticas de la jefa de la coalición gobernante: hace política pateando puertas. Los productores son dueños de su producción; debería, por lo tanto, seducirlos para que liquiden sus exportaciones en lugar de culparlos, acusarlos y difamarlos. Necesita seducirlos no solo con palabras, sino con actos de gobierno. Las palabras debería cuidarlas. Rozó la incitación a la destrucción de las silobolsas en un país donde ese delito se comete impunemente.

La crisis económica ahonda el conflicto social en una nación con casi la mitad de su sociedad bajo la línea de la pobreza. Nadie fue más agorero que el oficialista dirigente de los movimientos sociales Juan Grabois , quien pronosticó que correrá sangre y habrá asaltos de supermercados si no se establece un ingreso básico universal. La condición que pone Grabois agravaría los números ya muy...

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