El sueño de un país a pura concesión

Unos días antes de cortarles la luz al Obelisco y a las plazas porteñas, Edesur lo consultó con Cammesa, la administradora del mercado eléctrico que integran el Estado y las empresas del sector y que, desde hace varios años, controla el gobierno nacional. No era cualquiera el moroso en cuestión, sino la Ciudad de Buenos Aires. Tomen las medidas que tengan que tomar como con cualquier cliente , aconsejaron en Cammesa. Edesur hizo entonces lo que semanas antes venía anticipando ante Diego Santilli, ministro de Ambiente y Espacio Público del distrito: interrumpió nomás el suministro. La decisión sorprendió al macrismo. Más porque a la iniciativa se sumó después Edenor.El episodio, que se solucionó con el acuerdo del jueves, esconde en realidad una trama. Ninguna empresa eléctrica está hoy en condiciones de una medida tan expuesta sin autorización de la Casa Rosada. Nieguen los cortes , fue una de las frases más escuchadas en 2007, el peor año de la crisis energética, por las compañías de gas. En 2004, por pedido del Gobierno, los dueños de Edesur y de Edenor aceptaron convertir una deuda del Estado nacional en inversiones en dos usinas.Pero sobrevolaron esta vez, por debajo de la pelea con Macri, palabras de aliento de Roberto Baratta, subsecretario del Ministerio de Planificación. Llamadas que terminaron de convencer a Edenor y a Edesur de que los cortes de luz no serían esta vez tan traumáticos. Así fue. Al igual que en el principio de la embestida a Scioli, el Gobierno siempre estuvo convencido de que la jugada sólo golpearía al moroso.Esta especie de enajenación de empresas privadas bajo el influjo del regulador no debería sorprender en un sector eléctrico que vive ya una estatización de hecho. Es el Estado, por ejemplo, el que paga los aumentos salariales. Se trata, en rigor, de un muestrario de lo que el kirchnerismo parece pretender desde hace tiempo incluso para ámbitos desregulados de la economía: la posibilidad de empresarios que se comporten como concesionarios. Será el Gobierno quien decida cuándo, dónde y en qué se invierte.Es un viejo temor que emerge de tanto en tanto en la Unión Industrial, y que podría reverdecer tras la intervención al mercado de hidrocarburos dispuesta anteayer. Habría que atender, de todos modos, algunas externalidades. Por ejemplo, qué efectos provoca el nuevo esquema en una YPF que se propone, según lo expresó su N°1, Miguel Galuccio, obtener 7000 millones de dólares anuales para invertir.No será fácil. Hace dos...

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