Un país hecho literatura

Desde hace años me ocurre que me cruzo en las páginas más impredecibles con referencias a la Argentina. No hablo de grandes intuiciones sobre el carácter nacional, sino de menciones ligeras o tangenciales, dichas más bien al pasar, en novelas, cuentos o poemas de autores distantes, de otra lengua. El más reciente de esos hallazgos casuales ocurrió en las inmediaciones del Bicentenario. El libro es El revés de la trama, una ominosa novela de Graham Greene ubicada en un innominado país africano durante la Segunda Guerra Mundial. Los expatriados ingleses, que dominan el lugar, se mueven bajo el calor, las lluvias tropicales, atareados por los insectos, en un mundo turbio donde todo es espionaje. Una de esas noches, alguien de la comunidad invita a una cena porque acaba de recibir una carga de argentine beef. Por supuesto, la carestía es importante y nadie falta al convite. Bastaba la carne argentina (no infrecuente en otros textos de la época) para significar el alimento por antonomasia, algo que no suele encontrarse en obras más contemporáneas.

Fui a anotar la cita en la libreta en la que se ha ido acopiando con los años una perfecta "enciclopedia de datos inútiles" (tomo el término en préstamo al gran Homero Alsina Thevenet) para descubrir, con sorpresa, que esas referencias tomadas al azar de las lecturas ya alcanzan el centenar. Un rápido repaso me permite notar la gratuidad de ese ejercicio recopilatorio. No se descubre ninguna definición fundamental, menos que menos una importancia secreta, casi confabulatoria. Las notas más bien reflejan el eco inevitablemente periférico de la Argentina como idea en otros imaginarios.

Encuentro desde la observación de Byron en uno de los versos de su Don Juan sobre la altura de los patagones o el papel estelar de José de San Martín en Gaspar Ruiz, el largo relato de Joseph Conrad. También que en su larguísimo poema "Zona", de comienzos del siglo pasado, Apollinaire describe inmigrantes a punto de viajar "que esperan ganar dinero en la Argentina y volver a su país después de haber hecho fortuna". Me sorprendo con el misterioso personaje que Alain Robbe-Grillet pasea de Ushuaia a las Cataratas (Angélica o el encantamiento) o me enamoro otra vez de la argentina que le lleva al fin algo de serenidad al Herzog de Saul Bellow. Algunas de esas alusiones pueden bordear el ridículo. En Ben en el mundo, Doris Lessing lleva a su protagonista, para su trágico final, a la quebrada jujeña. Lo curioso es que el...

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