Un país entero en falsa escuadra

Lo he visto en las calles de mi barrio. Dos amigos se juntaban en la esquina con otros adolescentes como ellos a matar las horas y tomar cerveza. Un par de años después el más débil sigue allí, más indolente y oscuro, dañado por sustancias más pesadas. El más fuerte se convirtió en un pequeño empresario del narcomenudeo y sus clientes desfilan en busca de mercadería. A veces pasa conduciendo autos de alta gama. Vaya a saber uno de dónde los saca. Diez años atrás eran chicos que sólo querían jugar a la pelota en la vereda. Hoy el fuerte vive de la droga. Y el débil muere de a poco por ella.

Cualquiera que camine las calles con los ojos abiertos habrá sido testigo de historias como ésta. Y los que no caminan tienen a cambio el espectáculo de las villas que, para orgullo de la ex presidenta, han florecido como nunca a la vera de las autopistas de acceso a la ciudad. La pobreza está ahí, delante de nosotros. ¿Alguien desconocía que el país estaba lleno de pobres? ¿Quedaba alguna duda de que una generación de chicos había nacido en el lugar y el tiempo equivocados? Todo puede ser. Nuestra patología llegó a tales extremos que hace muy poco discutimos con un ministro su mentira de que había aquí menos pobreza que en Alemania mientras su gobierno, desviando miles de millones de dólares destinados a obras de infraestructura, les robaba a los pobres invocando a los pobres y generaba el vacío que hoy amenaza con tragarnos.

Hay quienes acceden a la realidad a través de los números. Y todo gobierno los necesita para trazar sus políticas públicas. Bienvenidos los datos del Indec. Pero la pobreza es algo más que la falta de ingresos o la carencia de servicios básicos. Al menos la nuestra. En los últimos diez años también se ha degradado aquí el lazo que vincula a los habitantes de una comunidad entre sí. Por tenue que sea, ese lazo ofrece cierto cobijo o al menos algunas certidumbres imprescindibles. Los antropólogos lo llamarían cultura. En este sentido, esos chicos de la esquina han crecido huérfanos. A la intemperie. Sin referencias, sin un norte. Todo vale lo mismo. O, en medio del sonido y la furia, no vale nada.

Los daños materiales que produjo el gobierno de los Kirchner son muy grandes: arcas vacías, obras que no eran sino una pantalla para robarle al país, la consolidación de las mafias dentro del Estado, la industria del lavado, el ingreso del narcotráfico a gran escala, la economía desquiciada. Ese deterioro incluso provocó muertos, como en...

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