Antes del Oscar, el voto dominante

Dentro de siete días toda la atención global estará puesta en el Oscar. Para esa fecha, una película que jamás podría aspirar con fundamentos a alguna nominación entre los premios más importantes de la industria cinematográfica se habrá adueñado sin rivales a la vista de otra clase de reconocimiento, el de la taquilla. Cincuenta sombras de Grey no ganará nunca una estatuilla de la Academia de Hollywood, pero a la industria cinematográfica más importante del mundo le importa -y mucho- ese veredicto a la vez silencioso y cargado de estruendo. Este voto no tendrá el brillo dorado del Oscar, pero sí otra clase de fulgor, más bien contante y sonante.

Es cierto que la gran competencia sucede una sola vez por año y la única coronación esperada por películas como Boyhood, Birdman, El Código Enigma o El gran hotel Budapest tiene que ver con la temporada de premios que está a punto de concluir en el escenario del Teatro Dolby. En ella el voto se concentra en la crítica y en los artífices mismos de las películas: directores, productores, guionistas, técnicos, actores. Lo que ellos decidan será trascendente, en la mayoría de los casos imperecedero. Sabemos que la historia del Oscar rebosa de estrellas fugaces, pero sabemos todavía más cómo ese premio marca a fuego carreras enteras e influye de manera decisiva en el futuro de sus destinatarios.

El "reverso" del Oscar, premio al fin, no es el Razzie, ese juguetón ejercicio ya instalado como divertimiento en las horas previas al Oscar, ideal para matizar la espera y bromear alrededor de "lo peor" del año. Al fin y al cabo, lo que distingue a los Razzie es el común denominador de los fracasos estruendosos de boletería.

Tal vez el año que viene esa galería poco digna incluya en algunos de sus rubros a Cincuenta sombras de Grey. Pero más probable todavía es que eso no ocurra, a modo de consideración al impresionante éxito de público de sus primeras horas en la cartelera. También a todo el cuidadoso dispositivo que colocó a la primera adaptación de la trilogía erótica de E. L. James nada menos que en la alfombra roja de la Berlinale, donde otra clase de cine sale en busca de los premios.

En la Argentina se viene hablando desde hace varios días del fenómeno, espejo de lo que ocurre en el resto del mundo. Aquí y allá los datos se repiten, más allá de las formalidades distintivas de cada mercado. Los últimos números oficiales de concurrencia difundidos por Ultracine señalaban un acumulado de 208.345 espectadores...

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