Orgullos y miserias de selección

Con escasa diferencia de días, la Generación Dorada de básquetbol y los Pumas nos recordaron de qué material están hechos estos equipos que llevan años de construcción y apuntalamiento. Son seleccionados especiales, arquetípicos, que encuentran su razón de ser en los grandes momentos. Alcanzaron esa distinción sin ser un máquina de ganar, pues la esencia de ambos ya trasciende a los resultados. Aun en la derrota, no dejan sensación de vacío, de fracaso o de renunciamiento.Para algunos se trata de mística, otros perciben un aura especial y hay quienes creen ver un idealismo deportivo detrás de todo. Cualquiera que sea la percepción, lo cierto es que los dos seleccionados transmiten vibraciones y emociones por encima de lo cotidiano y ordinario. Y lo más importante es que no son dos fenómenos circunstanciales o discontinuos, sino que responden a una lógica y coherencia de varios años.Sin entrar en la simplificación comparativa bueno-malo, lindo-feo, ganador-perdedor, el estatus que alcanzaron la Generación Dorada y los Pumas en la última década deja más expuesto al seleccionado de fútbol en el desaprovechamiento de oportunidades y pérdida de tiempo en que viene incurriendo.Como casi todo comienza por la cabeza, los contrastes conductivos son evidentes. En varios deportes, la Argentina dio últimamente con entrenadores muy capacitados, idóneos, éticamente irreprochables...

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