Once metros

MADRID.- La Liga española casi no sobrevive ayer a tres penales. Los tres ridículos, los tres inexistentes (el Madrid necesitó dos porque falló uno; el Barça aprovechó el suyo, si bien de rechace semiloco).

De los tres hubo uno especialmente cómico: el que afectó a Leo Messi. El argentino se fabricó un partido de baja intensidad. Estuvo a media luz, en esa penumbra en la que a veces se refugiaba Frank Sinatra para que se supiese lo solos que se quedan a veces los mitos. Blue Eyes tenía al Rat Pack para que bebiese por él y Leo a dos hombres a cada lado, como Jesús en la cruz pero éstos con la moral más pulcra: Suárez y Neymar.

En cualquier caso Messi fue protagonista. Lo fue porque una caída suya desatascó al Barça cuando más perdido andaba. Fue una jugada tan transparente y llanita que sorprendió que se encontrase algo dentro. El portero del Betis salió a por un balón aéreo dirigido al 10, llegó con los puños y lanzó la pelota lejos del área; Messi fue arrollado después en una acción lógica (otra más, y van) del espacio-tiempo.

Fue tal la congoja del Camp Nou (cada vez que Messi se va al césped hay un...

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