El oficialista que ya juega a ganador

En tanto que muchos creen que solo un milagro podría hacer que Mauricio Macri triunfara en las elecciones del próximo 27 de octubre, únicamente una catástrofe impediría que Horacio Rodríguez Larreta fuera reelegido jefe de gobierno porteño o bien pasara al ballottage.Que Macri gane su reelección presidencial el mismo 27 de octubre sería un milagro todavía más colosal al que ni Dios se atreve (por eso los que tienen ese sueño máximo se encomiendan a San Beto Brandoni y tal vez también a su arcángel Alfredo Casero), pero la posibilidad de que el dirigente oficialista más notable de la principal ciudad del país extienda su gestión por cuatro años más en una sola elección solo depende de que el +2 o -2 (margen de error que calculan en el búnker larretista) se incline para el lado favorable.Paradojas electorales: si la elección nacional tuviese la vara tan alta como en la Capital Federal para no ir al ballottage (el que gana tiene que alcanzar el 50% de los votos), las PASO del 12 de agosto último no habrían causado tanta conmoción ya que el 47 a 32%, que transformó a Alberto Fernández en un presidente cuasi electo, habría dibujado el escenario de una segura segunda vuelta.La Carta Magna porteña, elaborada con innegables influencias de Raúl Zaffaroni (que brega desde hace tiempo por reformar la Constitución Nacional, obsesión a la que agregó en las últimas horas su deseo de que se incluya en el nuevo texto una regulación de los medios de comunicación), alentó esa diferencia con el plano nacional para favorecer las chances, en segunda vuelta, del peronismo, que, en cualquiera de sus versiones, no suele contar históricamente con la simpatía mayoritaria del electorado capitalino.En cambio, por la reforma de la Carta Magna nacional de 1994, si el candidato del Frente de Todos toca el 45% de los votos, o supera ese porcentaje, quedará automáticamente elegido nuevo presidente de la Nación.De los "cuatro fantásticos" que forman parte de la "mesa chica" de Cambiemos (Macri, Vidal, Peña y Larreta) solo el último es el único sin magullones y con sus expectativas electorales intactas. Cuando le hablan de la "mesa chica", el jefe de la ciudad se sonríe: la considera una mera construcción del periodismo político. En sus rituales, que no ha cambiado -salir a correr muy temprano, recorrer sin cesar los 48 barrios porteños distribuidos en 15 comunas, ir rotando de bar en bar con reuniones al paso donde cualquiera puede abordarlo-, nadie le saca nunca a relucir...

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