Odios y complicidades

Graciela Camaño pensó en su hija, una científica que vive en Santa Cruz, cuando cerró la boca de Carlos Kunkel con un cachetazo condenado a la fama.Margarita Stolbizer recordó la imagen de su detestada Elisa Carrió cuando pidió, para satisfacción del kirchnerismo, el archivo de las tres causas sobre supuestas presiones del Gobierno a legisladores opositores. Felipe Solá reflexionó, callado, que los ?códigos? de la dirigencia, venerados por sus propios legisladores, corresponden a la mafia y no a la política. Elsa Alvarez caviló sobre la ingratitud cuando vio que su propio bloque, el radical, prefería despotricar contra Carrió, mientras la dejaba sola con su denuncia sobre los llamados que recibió de la oficina de Julio De Vido.La congregación política se cerró sobre sí misma; prefirió ignorar lo que sabían hasta los ordenanzas del Congreso para salvarse ante la opinión pública. Esto nos afecta a todos, se justificó un diputado opositor que eligió el silencio. El oficialismo pudo zafar, así, de la investigación sobre las prácticas más chambonas que se hayan visto para aprobar una ley. El próximo martes 30 de noviembre caerán automáticamente todos los dictámenes y las cuestiones de privilegios que no hayan sido tratados por la Cámara. El escándalo será entonces caso cerrado, y la investigación sólo podría reabrirse si se presentara otra cuestión de privilegio el próximo año legislativo. Aun así, ese planteo necesitará de la aprobación de la Cámara para prosperar. Improbable.La bofetada de Camaño fue injusta con Camaño. La política no debe romper el límite entre las palabras y la agresión. Sin embargo, Camaño es una de las legisladoras más reconocidas por su dedicación y su trabajo. Se formó sola cuando todo le señalaba un destino más modesto. La soterrada pendencia entre quién pegaba primero se venía librando entre Kunkel y Felipe Solá. Se deslizaban agravios al oído cuando se cruzaban; a veces, fluían entre ellos duros insultos en voz baja. Quiero que me pegue una trompada en pleno recinto, confesó Solá hace ya mucho tiempo. Kunkel ofendía, pero no golpeaba. Camaño saldó esa porfía por su cuenta y riesgo.Un gobierno presidido por una mujer tiene entre sus principales dirigentes a hombres que han derrapado en el sexismo. A ningún político se le recuerda nunca qué dijo o qué hizo su esposa. Kunkel habla del marido de Camaño, pero no de Camaño. ¿A algún político le dijeron algo parecido a prostituta, como disparó Agustín Rossi contra Carrió, a la que llamó...

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