Odeón, una nueva excusa para no irse a dormir

"No voy a poder dormir más." Fue lo primero que pensé cuando, el 25 de noviembre pasado, el Instituto de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), junto a la Empresa Argentina de Soluciones Satelitales (Arsat), lanzó la plataforma de video on demand Odeón, que ofrece 250 horas de películas, 25 de cortometrajes y 600 de series de TV nacionales. Una vez más, el mundo conspira para agigantar, aún más, mi adicción a lo audiovisual. Netflix, YouTube, portales de canales de televisión y ahora esto. Así no se puede.

Escribí en el navegador lo siguiente: , y ahí, a mi alcance, con sólo sacar una cuenta para la que tuve que agregar mi correo electrónico y un par de datos personales, estaba mi nueva excusa para demorar aún más la hora de irme a dormir. Por suerte no soy el único. Hasta el momento, la plataforma gratuita que por sus similitudes se llamó el "Netflix argentino" alcanzó los 170.000 suscriptores.

Claramente, su modo de organización y navegabilidad está basado en el portal estadounidense. Sin embargo, aún resta mejorar la calidad de definición de algunas de las producciones. En ciertos casos puede advertirse la presencia de pixeles en las imágenes, a pesar de que en Odeón aseguran que todas las producciones están en high definition.

Un domingo a la madrugada decidí que mi debut, aquí, iba a ser con el film La mirada invisible (2010), de Diego Lerman. Pero hubo un problema. No bien se cargó la película, la pantalla quedó en negro con la siguiente leyenda: "En estos momentos estamos experimentando dificultades técnicas. Por favor, inténtelo más tarde". Desesperación: los adictos audiovisuales somos así. Para solucionar el inconveniente, sólo restó volver a cargar el contenido. Y listo: tranquilidad. Lo mismo ocurrió cuando intenté ver la película Un amor en tiempos de selfie (2014),de Emilio Tamer y Federico Finkielstain, que, por una cuestión de aburrimiento (profuso), abandoné a la hora de comenzada. Al día siguiente, como para darle una chance más, vanamente, volví sobre mis pasos y, al igual que lo que ocurre en Netflix, pude retomar desde el minuto exacto en el que la había dejado.

A veces necesito una dosis audiovisual por la mañana. Maldita adicción. A las 7.30 de un miércoles, con cuatro horas de sueño, decidí que lo mejor que podía hacer era ver una serie. Sí, lo sé, a esa hora la gente sale a correr. Pero yo no. Elegí mirar uno de los capítulos de Historia de un clan, la miniserie que hasta el mes pasado emitió Telefé. Fue una mala idea...

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