Oda al aburrimiento

Es un domingo caluroso de verano a la tarde, tengo 9 años. En casa todos duermen la siesta. Todavía ninguno de mis amigos salió a jugar a la vereda y ya hace dos horas que juego sola. Con la palma de la mano abierta golpeo la pelotita de goma que pega contra el portón de casa. Cien veces, doscientas veces, es oficial: me aburro.Aunque tengo muy presente esa sensación, no me acuerdo en qué pensaba en esos momentos, pero es muy probable que ese tiempo me haya servido para resolver algún problema o para imaginar mundos fantásticos. Ahora sé que el aburrimiento es tierra fertil para la creatividad y hasta para la productividad.En el libro Las ventajas de la inactividad, por qué el aburrimiento es bueno, la psicóloga Sandi Mann describe varios beneficios que trae abrazar esta emoción incómoda y nada placentera. En esencia, el aburrimiento es "una búsqueda de estimulación neuronal que no está satisfecha", dice. Lo novedoso, es que si no podemos encontrar algo que nos interese, nuestra mente lo creará. El aburrimiento puede conducir entonces a que soñemos despiertos, un estado que impulsa la creatividad y la resolución de problemas.La investigación de Mann muestra que soñar despierto o dejar la mente vagar (un efecto inevitable de la inactividad) "nos vuelve literalmente más creativos, mejores para solucionar problemas, más capaces de tener ideas creativas". No obstante, para que eso suceda, se necesita una inactividad total. Dejar que la mente busque sus propios estímulos. "Es ahí donde empezamos a soñar despiertos y la mente comienza a imaginar, y es en ese punto cuando hay más probabilidades de que nos llegue la creatividad", explica.Pero nuestra conectividad permanente nos está quitando cada segundo de tiempo sin "hacer algo"; eliminamos los períodos en blanco, y por extensión la posibilidad de experimentar el aburrimiento."Estamos tratando de alejar el aburrimiento, pero al hacerlo, en realidad nos estamos volviendo más propensos a sentirlo, porque cada vez que sacamos nuestro teléfono no estamos permitiendo que nuestra mente divague y entre en un modo de resolución de problemas que lo logra cuando dormimos o cuando soñamos despiertos", dice Mann, y agrega que las personas pueden volverse adictas al constante impacto de la dopamina del contenido nuevo y novedoso que proporcionan los teléfonos. "Nuestra tolerancia al aburrimiento simplemente cambia por completo, y necesitamos cada vez más...

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