Para ocupar ese espacio vacío...

"He logrado identificar tres síntomas de un líder. Cuando entra al vestuario, el murmullo de los jugadores para. Cuando habla, todos tienen el deseo de escuchar; cuando el líder cuenta un chiste, todos se ríen; y si lo cuenta otro, no. Creo que el liderazgo está afianzado en la derrota, ahí se ve la capacidad de conducir". Hace algunos años, Marcelo Bielsa se sorprendió frente a la magnitud de su charla pública. Era entrenador del seleccionado de Chile y, asombrado, descubrió historias personales acerca de referentes, liderazgos, alivios y fracasos. El fútbol fue el anzuelo para profesionales, empresarios y políticos. El líder y la pelota comenzó como un inciso y se construyó como una enciclopedia mundial que siempre está de moda. En nuestro alicaído fútbol, las partidas de algunas glorias recientes deja al descubierto una tendencia: ya no hay líderes. Al menos, no los hay del tamaño, de la magnitud de los que se fueron, víctimas del voraz paso del tiempo, de las recurrentes lesiones o de caprichos del destino. Se abre un vacío, suerte de duelo futbolero. Sebastián Verón, Gabriel Milito, Esteban Fuertes y Román Riquelme, entre clase, templanza, puntería y talento se roban, sin darse cuenta, una deliciosa porción de la torta consumida en pantalones cortos. Habrá maravillosos tiros libres al ángulo, habrá defensores de arcos desnudos, habrá goles de todos los colores y habrá asistidores de guante blanco. Lo que no habrá, lo que no se compra ni se vende, son líderes, caudillos, referentes.Quiénes asumen esa condición. Que hay detrás de los nubarrones. Parece el final de un nuevo puesto, el del líder con pertenencia e identificación en tiempos fugaces. El fútbol argentino vuela tan rápido, que David Trezeguet, con un puñado de meses en River, con el regreso a Primera, con su identificación como hincha y su experiencia universal, es el personaje perfecto (con el simbolismo de la cinta de capitán incluida) para empezar a armar el rompecabezas imperfecto de la nueva cabeza de grupo. De lógica pura: es más fácil presentar a un líder con años encima y casi sin haber pisado el Monumental en el pasado que aferrarse a un pichón de referente, nacido y criado en casa, que a los pocos meses abandona el nido con una...

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