Los obispos intentan un acercamiento al Gobierno para reducir la tensión

El costo político que asumirá la Iglesia por la misa que monseñor Agustín Radrizzani ofició el sábado delante de Hugo Moyano y varios caciques sindicales, al pie de la Basílica de Luján, podría medirse en pulsos telefónicos. En los últimos días se intensificaron las llamadas entre autoridades del Episcopado y el gobierno de Mauricio Macri, para atemperar el impacto del audaz paso que dio el arzobispo de Mercedes-Luján.Por distintas vías, miembros de la comisión ejecutiva del Episcopado, incluido su presidente, el obispo Oscar Ojea, tendieron puentes para reconstruir la relación con el Gobierno, a través de diálogos con la ministra de Salud y Desarrollo Social, Carolina Stanley, y el secretario de Culto, Alfredo Abriani, entre otros."Hay preocupación en ambas partes. En la Iglesia quedó la sensación de que se fue demasiado lejos con los gestos y concesiones a Moyano. Y en el Gobierno hay distintas opiniones, pero temen por el impacto que puede tener en la situación social", comentó anoche a LA NACION una fuente cercana al ámbito eclesiástico.Hay conciencia de que la crisis seguirá -si es que no se profundiza- y en el Gobierno saben que la Iglesia no renunciará a formular sus diagnósticos sociales. "Eso existe, pero es probable que lo obispos eviten un tono agresivo", confió una fuente.Disimular la tensiónA pesar de ello, cerca de la Casa Rosada intentan bajar la tensión. "No quedó ninguna herida, pero hubo un descuido de los obispos. Algunos hicieron su negocio", dijeron a este diario, en referencia a la oportunidad que encontraron los líderes sindicales para limpiar sus culpas con una foto bendecida en el principal santuario del país."A nosotros no nos hace falta ninguna...

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