Un nuevo capítulo en la batalla cultural del cristinismo

No debería sorprender la frialdad del comunicado oficial con el cual el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner , en el que eludió toda referencia a la libertad de prensa y de expresión, eje central del atroz ataque que sacudió a París y al mundo democrático. Pronunciarse en reivindicación de la libertad de prensa hubiese puesto de manifiesto una hipocresía y una contradicción con la batalla cultural que el kirchnerismo dice encarnar y con la misma épica insulsa que en los últimos días llevó a la Presidenta a utilizar su cuenta en Twitter para identificar a periodistas críticos como meros voceros de fondos buitre, o a dirigentes y funcionarios del partido gobernante a practicar el bullying contra por su simple asistencia a la .

La posición del gobierno nacional ante el significado del acto terrorista contra la redacción del semanario francés se vio fortalecida con las declaraciones de la concejala kirchnerista y decana de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, Florencia Saintout, en el programa 6,7,8. Consideró que "decir que es un atentado a la libertad de expresión es un reduccionismo interesado", además de "absolutamente funcional a todos los proyectos de derecha que quieren un mundo para muy pocos".

Más allá de la admiración o los cuestionamientos que su estilo pueda provocar, la publicación satírica Charlie Hebdo no se detenía ante nada a la hora de ofender. Ha sido el arquetipo de la burla ante lo supuestamente sagrado. Fue y seguramente seguirá siendo la irreverencia misma, pero también un símbolo vivo de la libertad de opinión.

El propio presidente de Francia, François Hollande, que no pocas veces fue blanco de las burlas de Charlie Hebdo, fue más que enfático cuando catalogó la masacre terrorista como un ataque "contra la libertad de expresión", que es el "espíritu de la República". De manera similar se refirió al episodio la mayoría de los mandatarios democráticos, incluida la brasileña Dilma Rousseff.

Las comparaciones suelen resultar odiosas, pero a veces dicen mucho. Para los extremistas islámicos, un periodista que cuestiona su visión fundamentalista es equivalente a una fuerza militar de ocupación. En Cuba, los disidentes del castrismo reciben el mote de "gusanos". En la Venezuela chavista, se los llama "pitiyanquis", "majunches", "oligarcas de pacotilla" o "golpistas" a secas. En la Argentina, los opositores reciben el nombre de "gorilas" o "destituyentes", al tiempo que los periodistas...

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