No confundir lo nuevo con lo bueno

El concepto de innovación como "novedad positiva" proviene del campo tecnológico, donde se supone un perfeccionamiento creciente y progresista. No así en el resto de las esferas de lo humano, donde hay innovaciones reculativas (EGB y Polimodal). El verbo latino innovare vale como "renovar". En el actual uso supone "mudar o alterar algo" o "introducir novedades". Los argentinos padecemos de neofilismo, entusiasmo desbordado por lo nuevo. Y confundimos, en la elección, lo nuevo (neo) con lo bueno (eu), para hacer un distingo esencial con prefijos griegos. Para ser innovadores revolucionarios debemos, primero, re-volucionar: dar vueltas en torno de nosotros, una y otra vez, para situarnos en dónde estamos parados y estimar qué conviene cambiar del dintorno, qué abandonar, qué rescatar y qué incorporar. Toda revolución, también en lo educativo, comienza con una revolución de la mirada echada sobre la realidad contextual.

Propondría, antes que novedades, dos tipos de innovaciones urgentes para nuestra educación: la restauración de lo valioso perdido y la concreción de lo legislado incumplido. Entre las restauraciones incluiría: a) la atención, que hoy es la potencia intelectual más vulnerada en nuestros alumnos; b) el diálogo como contenido y como vía comunicativa; c) el arte de preguntar, sustituido por el arte de responder; d) la...

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