Nisman dio órdenes sobre la causa hasta horas antes de morir

"Mirá cómo tengo que trabajar." Todas las cortinas del departamento de estaban cerradas. Era el viernes 16. Su secretaria, parada en la puerta, le dio los papeles que él quería, conversaron unos minutos y se fue. Encerrado en la torre de Puerto Madero, el fiscal preparaba su visita del lunes al Congreso, para exponer ante los diputados.

Los días previos a su muerte, Nisman no paraba de pedir cosas: dar órdenes, juntar documentos y encargar tareas para la semana siguiente. a su equipo, acostumbrado a un sistema de trabajo sin horarios.

Muchos de esos pedidos fueron para Soledad Castro, la secretaria letrada de la fiscalía que se quedó durante la feria, una de las pocas personas en las que Nisman confiaba para trabajar y de las últimas que lo vieron con vida. El sábado se contactaron por teléfono todo el día, desde la mañana hasta las 19, cuando él le anunció que la iba a necesitar el domingo al mediodía: quería reunirse con ella para cerrar su presentación en la que acusaba a Cristina Kirchner por encubrimiento. Esa llamada fue el último contacto. Ninguno de los WhatsApp que Castro le mandó la tarde del domingo fue respondido. Por la noche, parada en la vereda de la torre Le Parc, ella escuchó de un custodio que su jefe estaba muerto.

Durante los últimos días, la fiscal Viviana Fein citó a declarar a varios miembros de la Unidad Fiscal AMIA como testigos en la causa que deberá determinar si se trató de un suicidio o un crimen. LA NACION reconstruyó su contenido de fuentes con acceso a la investigación.

Quienes trabajaron con él coinciden en el perfil del fiscal. Nisman era hiperkinético, obsesivo, celoso de su trabajo y distante con sus empleados. El último fin de semana había estado trabajando full-time en la presentación del lunes 19, cuando debía ir al Congreso a exponer la denuncia contra la presidenta Cristina Kirchner y su canciller, Héctor Timerman, a quienes acababa de acusar de haber desviado el curso de la investigación por el atentado, causa de la que él era fiscal, para favorecer a los iraníes que estaban comprometidos.

En la planta de la fiscalía nadie dijo haber escuchado de Nisman que tuviera miedo o que hubiera recibido nuevas amenazas en los últimos días. Sí lo dijo Diego Lagomarsino, el experto informático que le dio el arma con la que el fiscal apareció muerto. Pero Lagomarsino era un contratado externo. Con la gente de planta Nisman no tenía tanta confianza, explicó un funcionario que conoce la Unidad.

Nisman está muy...

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