Nisman: los artistas K se olvidaron la letra

"Ya somos muchos los que sabemos cómo funciona esta triste maquinaria." Las palabras de podrían haber sumado para el lado que lo hicieron varios de sus colegas angustiados por el túnel oscuro al que ha descendido la Argentina desde . Pero no, Echarri sólo las utilizó para desmentir el supuesto escrache que habría sufrido junto a su esposa en un reciente viaje aéreo.

En cambio, Ricardo Darín, que en su momento pasó por la picadora de carne del Facebook presidencial por criticar, se animó a opinar sobre el grave momento por el que pasa el país, al igual que lo hicieron Mirtha Legrand, Susana Giménez, Marcelo Tinelli, Adrián Suar y varios más. El silenzio stampa de los artistas K, en contraste, se vuelve demasiado evidente por ser tan entusiastas y participativos en las fiestas y en las campañas propagandísticas del oficialismo.

Nada nuevo, por cierto. En su Historia del peronismo, Hugo Gambini cuenta que más de 60 años atrás "con escasas excepciones, la gran mayoría de las estrellas cinematográficas optaron por la adhesión al credo oficialista, por temor a que sus imágenes desaparecieran de las pantallas. Los espectáculos programados por el Partido Peronista se poblaron así de personajes familiares".

La atracción entre políticos con poder y artistas famosos es inevitable. El dirigente cree que al arrimarse a la figura célebre puede recibir, por ósmosis, parte de su carisma y de la simpatía que despierta en su auditorio. El artista, por su parte, sabe que el político con cargo es un abrepuertas de oportunidades (contrataciones, publicidad, posibilidades de negocios, etcétera). Para el consagrado es la alternativa de consolidarse como empresario del rubro, con las "ayuditas" de sus influyentes nuevos amigos en el Estado. Al muerto de hambre, que todavía aspira a alcanzar su cuarto de hora de gloria, le resulta aún más crucial pucherear con cierta continuidad y darse corte de sus influencias.

Es una relación absolutamente desigual ya que para el político poderoso prácticamente no hay riesgos. Rodearse de celebridades le da una aureola extra de popularidad que, incluso, lo acompañará en el recuerdo y en los archivos cuando ya su tiempo haya pasado. En cambio, el actor demasiado pegoteado con el poder de turno rifa su prestigio ante la porción de su público que no simpatiza con esas ideas y, a futuro, puede sufrir ninguneos, como le pasó a la actriz Fanny Navarro, caída en desgracia tras la muerte de su protectora, Eva Perón, en pleno peronismo, y...

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