Los niños siempre serán más listos que nosotros

La historia de la nota de tapa de esta edición arranca unos 25 años atrás, cuando estudiaba lingüística en la Universidad de Buenos Aires. Tuve el honor y el privilegio de cursar con profesores inmensos, como Beatriz Lavandera, que falleció en 1998, y Alejandro Raiter. Fue tal su influencia sobre mi pensamiento y, sobre todo, sobre mi libertad de pensamiento, que estuve muy cerca de dedicarme de lleno a esas asignaturas.

Sobre todo, aprendí una cosa: no hay preguntas tontas.

El día que empezamos a husmear en las teorías de Noam Chomsky nos encontramos frente a frente con un hecho incontrovertible: los niños aprenden a hablar con toda perfección un idioma (cualquier idioma) en sólo dos años, sin profesor, sin manual de gramática y sin sala multimedia.

No son, por otro lado, dos años cualesquiera de la vida, sino los dos primeros años, cuando el niño parece el ser más vulnerable de la Creación. Lo es, en un sentido. Pero, como se verá enseguida, nunca volveremos a ser tan listos como un chico.

Uno, que por entonces lidiaba laboriosamente con un par de lenguas clásicas y media docena de idiomas modernos, no podía sino sentirse un poco humillado por esta prodigiosa destreza infantil. Con un adicional obvio, pero ineludible: todos fuimos recién nacidos alguna vez. Todos pasamos por ese período casi sobrenatural en el que una función cerebral de increíble complejidad como el idioma fue programada por el ambiente hasta que un día salimos hablando con la fluidez de un politólogo. Y todos, alrededor de los 2 años, extraviamos esa maravillosa habilidad para siempre. En lo sucesivo, nos tocaría padecer los sinsabores de la memorización y la práctica para, más o menos, balbucear alguna lengua nueva. Lo dicho, nunca volveríamos a ser tan inteligentes.

Un cuarto de siglo atrás, pues, me llevé por delante una respuesta inesperada y provocativa para una pregunta que parecía de lo más tonta: ¿cómo aprendemos a hablar? Desde entonces, sé que cuando un bebe está produciendo toneladas de sonidos en apariencia inconexos, superfluos e improductivos en realidad está probando, oyendo, asimilando y descartando sonidos. Diré más: no hay nada que un niño haga...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR