El neoliberalismo kirchnerista

El gobierno kirchnerista y sus propagandistas construyeron, a poco de iniciar su andadura, una narrativa sencilla que fue para mucha gente convincente; de acuerdo con ella, la misión que asumieron quienes desde entonces controlan el poder ha consistido en reparar un país dañado por la dictadura y por el neoliberalismo de los años noventa con políticas que decían ser, a la vez, inclusivas de aquellos que habían sido expulsados de la economía y del bienestar y reivindicativas de la memoria de las víctimas de la represión, muertas por ideales que el Gobierno declaraba hacer suyos. Pero al cabo de una década en el poder, el kirchnerismo deja un país yermo y desolado. Entrega una patria facciosamente dividida, desconcertada, colmada de la ira de algunos, la decepción de otros y el sufrimiento continuado de los muchos para quienes estos diez años no han sido más que el desperdicio de una oportunidad para salir de la pobreza. Un gobierno cuyas batallas épicas se han convertido en poco más que un esperpento exhibe, en su ocaso, aquello que lo iguala con el monstruo del que pretendió, o hizo creer que pretendía, hacerse diferente. Un monstruo cuyo nombre usual, tantas veces arrojado en el rostro de los otros, es "neoliberalismo", con el que ha compartido el desdén por los demás y la defensa de intereses parciales, la indiferencia respecto del bien común y el desprecio por una comunidad política cuya existencia misma sólo es posible en el marco de un espacio de deliberación que el kirchnerismo ha cancelado; un gobierno cuyo legado más visible es el incremento de las desigualdades, una sociedad cada vez menos convergente y el retroceso de todos los indicadores que, de la educación a la salud pública y de la movilidad social a la calidad de la Justicia, dan verdadera cuenta del estado de una sociedad.

A diferencia del menemismo, régimen emblemático de aquellas políticas repudiadas, el kirchnerismo ha sido cobarde. Si aquél hablaba frontalmente de la conveniencia de trasladar a agentes privados la provisión de bienes públicos, éste, al tiempo que aumentaba el tamaño del Estado, lo volvía cada vez más inútil y forzaba arteramente a los individuos para que se proveyeran a sí mismos de los bienes que el Estado dejaba gradualmente de brindarles. Quienes pudieron reemplazaron el transporte público por autos o motos, delegaron la seguridad personal en custodios particulares, compraron servicios de salud y sustituyeron la educación pública por la privada, que...

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