Necesitamos tres buenos gobiernos seguidos

Celebramos 30 años de democracia: el período ininterrumpido más largo en la historia de nuestro país. Además, en 2015 será la primera vez desde la Ley Sáenz Peña, de 1912, que un nuevo presidente asumirá el poder luego de tres gobiernos democráticos sucesivos, sin interrupciones o entregas anticipadas de mando.

Pero hay otro objetivo que aún no conseguimos: tres gobiernos democráticos sucesivos que aseguren un rumbo de desarrollo. Tres buenos gobiernos parece un umbral efectivo para sostener una estrategia de desarrollo que trascienda la audacia de un liderazgo particular o la buena fortuna que puede traer el mundo.

Se acaban de cumplir 10 años del ciclo de los Kirchner en el poder . Néstor Kirchner reconstituyó la autoridad presidencial y restableció el sistema de poder que estalló en 2001. Un gabinete de peso político y técnico agregó volumen de gestión a un gobierno pragmático en la acumulación y el ejercicio del poder y principista en la economía.

La renovación de la Corte, el mantenimiento de los planes sociales iniciados por Duhalde, la no represión de la protesta social y la política de derechos humanos dieron forma a un ideario que aseguró la gobernabilidad. La renegociación de la deuda externa, orientaciones fiscales y monetarias correctas y condiciones externas favorables permitieron crecer en promedio al 8% anual entre 2003 y 2007. El dólar no era noticia, salvo por las compras diarias del Banco Central. El empleo y la disminución de la pobreza reaccionaron positivamente. Al final del gobierno, sin embargo, la intervención del Indec convertiría a los futuros datos de inflación, crecimiento y pobreza en un blanco móvil según quién los indagara.

Kirchner definió su gobierno como una transición hacia la consolidación institucional y económica. A pesar de la fuerte recuperación de la inversión pública (se multiplicó por ocho entre 2003 y 2007) no se plantearon políticas estructurales en materia de energía, transporte o vivienda. El manejo táctico de la inversión pública alimentó la acumulación de poder y dio al Gobierno el recurso clave para disciplinar a propios y ajenos. Las grandes corporaciones, con excepción de las Fuerzas Armadas, no cambiaron su configuración de poder ni su modelo de vinculación con el Gobierno.

En 2007, Cristina Fernández de Kirchner llegó al poder con la promesa de consolidar el crecimiento, lograr mayor inclusión y relanzar una agenda institucional que daría mayor sustentabilidad al modelo. La Asignación...

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