Se necesita inversión, urgente

El trágico y doloroso accidente acaecido la semana pasada en la estación Once pone al descubierto una crisis muy profunda en todo el sistema ferroviario, que en el fondo no es más que el reflejo de un conflicto aún más hondo de la sociedad argentina con respecto a la inversión. La tragedia desnudó las falencias de todo el sistema, y en sus raíces aparece con evidencia la falta de inversión: en mantenimiento y mejoramiento de las vías, en equipos, en seguridad, en ampliación de los servicios para atender una demanda creciente, en confort para los pasajeros.

Con el actual modelo de administración del sistema ferroviario, sin embargo, la inversión es totalmente inviable. Para hacerla posible y comenzar a aventar los riesgos de nuevos accidentes -algo que llevará tiempo- es necesario sustituir el modelo vigente, en el que de hecho las empresas concesionarias funcionan como meras gerenciadoras de bienes y servicios públicos. Este sistema, erróneamente concebido durante las privatizaciones (que se hicieron para reducir el gasto público, sin pensar en la sustentabilidad ni en la calidad del servicio a largo plazo), debe ser sustituido por un nuevo esquema que apunte a priorizar el respeto al pasajero, es decir, a la persona humana que viaja.

Las inversiones necesarias en el sector ferroviario son de tal magnitud que resultan una utopía en la circunstancia de estrechez fiscal a la que el actual modelo ha llevado las cuentas públicas, justo cuando el país vivió los años de mayor bonanza de toda su historia, a juzgar por los precios y las condiciones internacionales para la producción nacional.

Si no se encara urgentemente un plan de inversiones, los riesgos irán creciendo de manera exponencial por la sola obsolescencia del sistema y los equipos. Pero, aun en el supuesto de que sea posible encarar las inversiones, no serían viables en el actual encuadre jurídico. ¿Cómo podría justificar el Estado el desembolso de sumas multimillonarias para usufructo de un concesionario privado? El autor de esta nota, un encarnizado creyente en las virtudes de la iniciativa privada, recomienda en este caso que el Estado retome el control de ese servicio. Ello conllevaría dos riesgos para el Estado: por un lado, perdería un fusible al cual culpar de cualquier deficiencia; además, podría tornarse aún más rehén de los sindicatos y la burocracia, para hacer de los ferrocarriles una aluvión de pérdidas a imagen y semejanza de Aerolíneas Argentinas.

¿Cómo puede ser que...

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