Nadal, casi como una estrella de rock

Como una estrella de rock, es imposible que su presencia pase inadvertida. Aun cuando es un cultor de la humildad, Rafael Nadal atrae las miradas donde quiera que vaya. Su rueda de prensa, en un tradicional hotel de Retiro, contó con la presencia de dos representantes del Gobierno de la Ciudad, la vicejefa María Eugenia Vidal y el jefe de gabinete de ministros, Horacio Rodríguez Larreta. Por la tarde, su sesión de entrenamiento en la cancha 13 del Buenos Aires fue seguida por decenas de chicos que intentaron observar cada movimiento del zurdo de Manacor, de treparse a cualquier elemento que ayudara a superar la altura de las lonas dispuestas en los alambrados perimetrales y a los guardias de seguridad, para sacarle alguna foto con el celular, o simplemente para gritarle "genio", o "ídolo"; todo vale, incluso subirse a la última fila de la platea del court central y mirar, desde las alturas, los impactos del hombre que ganó nueve veces Roland Garros, que además cuenta con, al menos, un guardaespaldas que lo sigue a todos lados. Rafa es actualmente el número 4 del mundo, pero su ranking es simplemente una circunstancia; lo trascendente es su condición de leyenda viva, de jugador histórico que todavía está en la ruta.

Nadal ya está en Buenos Aires y su visita generó una expectativa inmensa, acrecentada luego de la frustración de hace doce meses, cuando la lesión en la espalda que sufrió en la final del Abierto de Australia le impidió tomar parte del ATP porteño. Entonces parecía imposible que volviera, pero los astros se realinearon: el Argentina Open se corrió dos semanas en el calendario, y el descenso de España en la Copa Davis cambiaron los planes de Nadal, que al no tener la obligación de jugar ahora por la Ensaladera eligió el lento polvo de ladrillo sudamericano en lugar del millonario cemento de Dubai. "Después de la lesión que tuve en las rodillas, intentamos jugar lo más posible en tierra. Además, llevo meses sin competir mucho, por lo cual jugar en polvo de ladrillo siempre es un poco más agradable para mi cuerpo y para mi tenis, es bueno para recuperar sensaciones, el juego me va un poco más natural. Por otro lado, cuando fallé el año pasado fue un momento complicado. Cuando tengo acordado ir a un torneo y por lesión no puedo estar, siempre es un momento muy desagradable, para mí y para el torneo, porque sé del esfuerzo con el que preparan las cosas para los jugadores; son situaciones en las que uno se queda mal, y a mí me ha...

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