Nace otra política televisiva

La embajada de figuras que trajo Netflix a Buenos Aires se despide por estas horas. Cuando todos pensaban que Ashton Kutcher iba a acaparar todas las miradas y todos los comentarios, la gran estrella de esta rutilante visita colectiva (la más importante de su tipo que recuerde la Argentina en muchísimo tiempo) resultó Michael Kelly, a estas alturas figura insustituible de House of Cards.

Uno y otro están a primera vista en las antípodas. El carilindo Kutcher maneja a la perfección como arma seductora ese aire distraído, displicente y cool de sus mejores apariciones en el cine y la TV. Esta última etapa en la pantalla chica (de Two and a Half Men a The Ranch) debe haber resultado terapéutica para un actor que hace apenas una década estaba todo el tiempo a la defensiva, temeroso de que los medios sólo estuviesen interesados en las tribulaciones de su affaire amoroso con Demi Moore. El Kutcher que pasó por Buenos Aires fue un muchacho relajado, distendido. Recorrió infinidad de programas en vivo de radio y TV sin el temor de exponerse a preguntas indiscretas. Hasta se las ingenió para salir elegantemente del paso cuando le preguntaron sobre las posibilidades que tiene Donald Trump de convertirse en el próximo presidente de Estados Unidos.

A Kelly, en cambio, no podríamos imaginarlo confraternizando con Susana Giménez en la gala del Four Seasons, como sí ocurrió en el caso de Kutcher. Pero el auténtico dueño del rostro de Doug Stamper regaló sonrisas y gestos de cordialidad por todas partes. Hasta se dio el gusto de visitar anteayer la Casa Rosada. La cuenta oficial de House of Cards en Twitter publicó un mensaje con la foto de Kelly en el Salón Blanco y una frase: "Hay que tener ojos en todas partes".

Desde esa misma red social, Mauricio Macri agradeció el gesto. "Gracias, Doug", escribió. El Presidente se enganchó en el juego: le habló más a Stamper que a Kelly. Esa es la mejor impresión que puede dejar un actor: el de una persona capaz de construir a la perfección personajes ficticios que quedan indelebles en la memoria y la conciencia del público, pero que en definitiva no son otra cosa que máscaras imaginarias con reminiscencias de la realidad.

La otra virtud de Kelly (un actor extraordinario, vale recordarlo) pasa por la confirmación de una vieja máxima: aquello de que una película o una serie funcionan mejor cuanto más atractivo resulta el villano. Ciertos personajes capaces de encarnar el Mal en algunas de sus facetas casi a la...

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