Música. El gran guitarrista que tocó con todos, lideró Los 7 Delfines y que tiene un presente extraordinario como solista

"A los 42 años me dije: ‘Terminó la adolescencia’. Era tiempo de dejar el pasado y tomar el futuro como objetivo", dice a los 58

La Tigra está hipnotizada. Sobre el regazo del amo, se esfuerza por seguir atenta cada movimiento como si fuera un radar felino, pero los párpados le juegan en contra; sucumben al roce de esos dedos envueltos en anillos de plata que le resbalan sobre el lomo.

Rosita, la otra guardiana de esta casa-estudio de timbre inexistente -'Golpear’, pide una placa al costado de la puerta-, huye, se desentiende de todo. Es el ying perfecto del yang que encarna su par atigrado; un animal de calma infinita, que mira con sumisión desde el ambiente contiguo.

La noche le sienta irremediablemente bien a Richard Coleman. Tanto como sus dos gatas, como su look negro de pies a cabeza interrumpido solo por el contraste de unos mechones que el tiempo volvió plateados. Tanto como su barrio, La Siberia, particular denominación con la cual los locales conocen a ese cuadrado de Villa Urquiza encerrado entre cuatro avenidas porteñas -De los Constituyentes, Congreso, Triunvirato, Crisólogo Larralde-. Y tanto como este ambiente de trabajo cobijado por guitarras, pedales y parafernalia rockera, pero además por libros que se cuelan intermitentemente en la charla porque Coleman es un músico lector, y su mente aguda ilustra cada comentario con citas o terminología ‘seria’ heredada de su paso por Exactas ("vectorizar", dice con frecuencia), donde estudió Física hasta ese día de 1984 cuando sonó el teléfono y escuchó la voz de Charly García invitándolo a ser parte de su banda, Las Ligas.

Entonces, el esquema diurno de aulas sucumbió a las madrugadas de escenarios , y el eximio estudiante Ricardo Osvaldo Coleman se transformó en ojos delineados, maraña de pelos batidos, ropas oscuras. Se volvió ‘Richard’.

"La facultad para mí tenía que ver con una cierta estabilidad prometida, en una familia de clase media", piensa ahora, reclinado en la silla donde La Tigra practica equilibrio sobre sus muslos. "Mis viejos se habían roto el lomo trabajando, a mí me tocaba ser el universitario. Era la estructura de superación lógica. Yo podía ir a la facultad; era bueno, entendía y resolvía con facilidad. Y me gustaba, además. Aunque de a poco me fui dando cuenta de que en ese ambiente estaban más chiflados que los músicos, era gente muy apasionada, muchos estaban alejados de la realidad, y sentí que, para estar ahí, había que tener ese tipo de pasión. Pero no me iba a salir bien, porque esa pasión para mí estaba en la música".

Con el eterno líder de Soda Stereo compartió bandas, grabaciones, shows y giras desde los tiempos de Fricción

Hasta ese momento, "la cuestión esta de la guitarra" era parte del mundo privado de ese adolescente al que no le gustaba jugar al fútbol y entonces se juntaba con...

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