Murió María Kodama. Los secretos de una vida junto a Borges

Guardiana de la obra de Borges, habla de los celos del escritor, de los viajes compartidos, de la responsabilidad que siente. Puso en circulación libros inhallables, pero recibe críticas por su estricta administración de los derechos. "La persona que quedará a cargo va a ser peor que yo", asegura

La nena tenía 5 años y quería subir a un pino. El padre le presentó las distintas posibilidades. Si subía, podía caerse y terminar muerta, lo que no sería un problema para ella, sino para los padres, que no saldrían nunca del dolor. La segunda posibilidad era que cayera y terminara disminuida física o intelectualmente. La tercera y así… La nena tenía que decidir y decidió subir. Se despertó en el hospital. El padre le había llevado sus muñecos de peluche. No hubo reproches. Y la nena, y después mujer, no subió nunca más a un árbol.

María Kodama recuerda la anécdota con su padre japonés como una lección de carácter. Sin él, tal vez no habría podido defender la obra de Jorge Luis Borges como lo ha hecho. Por un lado, puso en circulación libros inhallables (pensemos solamente en los ensayos Inquisiciones, El idioma de los argentinos y El tamaño de mi esperanza ); por el otro, clausuró malversaciones y adulteraciones de avivados que quisieron hacer su carrerita con el atajo del apellido "Borges". Kodama se ganó así un respeto por derecho propio y es saludada por desconocidos como si fuera la representante de Borges en la Tierra.

Hace calor en Buenos Aires, como siempre. Y de Borges, que optaba por el frío, María recuerda un viaje a Canadá. "Hacía un frío espantoso. Yo había comprado orejeras y gorros de piel. Borges me dice: «Vamos a caminar». Entonces yo digo: «Traigo las orejeras. Me pongo las orejeras y el gorro de piel». «¿Está lista?», me pregunta él. «¿Salimos?». Habrá caminado cinco pasos y me dice con desesperación: «Creo que se me van a caer las orejas«. «Cree no -le contesto-. Se le van a caer, pero si quiere seguimos». Contestó: «No, no. Mejor volvamos y me pongo las orejeras»".

El día anterior a la entrevista se incendió Notre-Dame. "Es un símbolo mágico más religioso, es como si uno sintiera la eternidad ante esos edificios", dice Kodama, que, en una continuidad previsible, evoca la "hermana menor" de la Catedral, la Sainte-Chapelle. "Es una maravilla. Es un lugar precioso. Con Borges nos quedamos como dos horas".

¿Cuál de todos los viajes que hizo con Borges fue para usted, María, el más difícil de olvidar. ¿Dónde pensó, o tal vez sintió: el lugar es éste?

En Egipto… Fue alucinante. Todo ese pasado que está a la vista. Y, además, todo lo que uno no sabe. Porque está todo el misterio. Como que eran de otro planeta. Vos te preguntás: ¿cómo hicieron las pirámides? ¿Cómo llevaron hasta allí todo ese material? ¿O es que todo quedó enterrado bajo la arena por algún cataclismo? Y esos primeros egipcios no tienen nada que ver con los de ahora. Tienen una belleza de facciones, una perfección. Es otra historia, algo que me fascinó siempre. Y fijate esto. A mí me gustan los animales. Pero yo me pregunto: ¿me gustan los animales o me gustan los animales que son de Egipto? Por ejemplo, el perro que amo y me gustaría tener, y no tengo porque me resultaría imposible, es el Dóberman. Porque el Dóberman es el Chacal Anubis. "Chacal" en árabe es perro; es decir "perro Anubis". ¿Y los gatos? El gato de Abisinia, que es el gato sagrado egipcio. Yo tuve una gata de raza Abisinia.

En París, el 19 de junio de 1983, antes de la entrega a Borges de la Orden Nacional de la Legión de Honor, de mano del presidente François Mitterrand

¿No tenían los gatos en Egipto sepultura divina?

Exactamente. Y todo eso yo no sé de dónde me viene. Borges me decía: a lo mejor existen las reencarnaciones, y en alguna reencarnación anterior he sido egipcia.

" A unos trescientos o cuatrocientos metros de la Pirámide me incliné, tomé un puñado de arena, lo dejé caer silenciosamente un poco más lejos y dije en voz baja : Estoy modificando el Sahara. El hecho era...

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