El mundo es un videojuego

Cada vez que en un e-mail o en un SMS alguien escribe el consabido "ja ja" para avisarme que habla en broma o que acaba de ensayar un chiste, no puedo evitar un pensamiento insidioso. Por más que me resisto, veo en ese "ja ja" la mueca que revela que buena parte de lo que nos decimos en la dimensión online es en verdad un simulacro, un sucedáneo de la verdadera comunicación que apela demasiado seguido a fórmulas y a convenciones mediante las que, en lugar de revelarnos ante nuestro interlocutor, nos escondemos.Se me dirá que el lenguaje hablado está lleno de convenciones y que desde siempre la palabra ha sido materia maleable que sirve tanto para develar como para ocultar. Sin embargo, en el espacio online las fórmulas responden no tanto al tedio o la cualidad ambigua de la palabra como a la lógica que imponen la rapidez y la simultaneidad, dos de los atributos esenciales de la Web, sobre todo desde que las BlackBerry se masificaron hasta convertirse en prótesis indispensables que permiten enviar un tweet , responder un e-mail, participar en un chat y jugar al Tetris, todo al mismo tiempo.Esa es hoy la clave de la conectividad: todo al mismo tiempo. Cuando encendemos los teléfonos inteligentes y entramos al circuito, con sus redes y canales, nos abrimos al ingreso de información y nuestro cuerpo se vuelve parte del sistema. Es el canto al cuerpo eléctrico de Whitman. Una vez conectados, respondemos a los estímulos que llegan por distintas vías a la misma y pequeña pantalla, y devolvemos al monstruo la energía multiplicada. Nuevos e-mails, tweets y SMS serán, a su vez, estímulo para otros tantos de tantos otros en el insondable espacio de la Red. Una progresión geométrica que no da tregua pero que calma las ansias de un consumo que no se agota cuando se consuma, y ésta es la gran novedad: siempre, y sin solución de continuidad, hay otro más.Días pasados, en el tren, pude ver cómo un chico intervenía durante todo el viaje en cuatro o cinco "conversaciones" en forma simultánea. Un frontón que devolvía todas las pelotas. Un BrickBreaker. La comunicación convertida en videojuego.Habría que admitir que lo que importa no es lo que decimos sino el chispazo del intercambio, el estímulo nunca saciado de la interconectividad, el dulce vértigo que se obtiene cada vez que presionamos la tecla que da paso al tweet que llega o que dispara nuestro mensaje al ciberespacio.Hace rato ya que estos atributos de la vida virtual han empezado a derramarse sobre la vida...

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