Una multitud en celeste y blanco que también quiere hacer historia

RíO DE JANEIRO.- Con el sueño y la convicción de volver, el recorrido del hincha comenzó aquí, con los pies hundidos en la arena y la mirada extraviada en el Atlántico. Hace casi un mes, la aventura daba su campanazo de largada sin saber lo que habría por delante. Como en cada viaje, la experiencia era nueva. Un segmento con principio y fin, pero que podía cambiar la vida para siempre. Cada argentino de las decenas de miles que pisaron Brasil habrán sentido un cosquilleo particular: vivir un Mundial cerca de casa e ilusionarse con la consagración en tierra enemiga, justo donde reina la pasión por el fútbol.La cifra definitiva sobre la cantidad de argentinos que cruzaron la frontera una o más veces todavía está en elaboración. El Ministerio de Seguridad de nuestro país estima que podrían ser "más de medio millón" durante los 30 días que duró el Mundial, según le confió a LA NACION un funcionario de jerarquía. Tal vez la estadística resulte exagerada si desde el 12 de junio hasta el 1° del actual ingresaron 169.384, según lo que informó la Dirección de Migraciones de Brasil.Aunque es cierto que en las últimas dos semanas, a medida que el seleccionado avanzaba de instancia, el desembarco se hizo constante y abrumador. Desde entonces, el ingreso dejó de ser por goteo para abrir las compuertas de las fronteras, con la emoción colectiva lanzada a las rutas o subida a un avión. El director de Migraciones, Martín Arias Duval, dijo que desde el viernes hasta las 18 de ayer salieron 42.096 personas rumbo a Brasil. Esta cantidad, sumada a los argentinos que ya se encontraban en territorio brasileño, las autoridades locales calculan que hoy en Río podría haber 90.000 argentinos.Como un ejército de ocupación, la invasión de fanáticos se desplegó por cada ciudad por donde el equipo dejó su huella. No importaba tener entradas en los estadios o no. La cuestión siempre fue estar ahí, como una hinchada cautiva. Los números quizá se volverían irrefutables con apenas asomarse a la calle en alguno de los sitios. Caminar por la costa de Copacabana es hoy caminar por la rambla de Mar del Plata. O, cuando el seleccionado jugó en Belo Horizonte, recorrer el barrio de Savassi era como pasear un sábado por Palermo, por su fisonomía y por la gente. Los ejemplos pueden seguir con Villa Madalena, en San Pablo, o con la explanada central, en Brasilia, la capital que los argentinos conquistaron por un día.A cada sede el hincha le dio su impronta. El argentino suele sentirse más argentino...

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