Mujeres de negro

En las últimas semanas, en varias oportunidades tuve que explicar por qué apoyo la ley de paridad de género. Me tocó hacerlo ante varios hombres pero también ante mujeres, en su mayoría mujeres grandes, si bien en todos los casos el argumento era el mismo: es antidemocrático, no debería haber cupo, tienen que estar los mejores y eso no debe decidirse por una ley. Sí, amigos, todos sabemos y nos decimos siempre en voz alta que tienen que estar los mejores, pero como nada indica que eso vaya a darse como fenómeno natural luego de tantos siglos de vida humana en la tierra, entonces lo mejor es garantizar apropiadamente la equidad, hasta que todos -TODOS- seamos conscientes de eso y hasta que sea obvio que los que tienen que llegar a los mejores lugares sean los más idóneos. Para entonces las mujeres no tendrán que limosnear una banca, ni un cargo en una empresa o en una cátedra ni en la modesta mesa de una conferencia. Para entonces, ninguna figura pública se animará a decir las animaladas que le pueden llegar a costar la (aún inverosímil) carrera política al candidato republicano Donald Trump y seguramente tampoco habrá que paralizar un país para pedir que dejen de matar a las mujeres.

Para garantizar los derechos, en muchos casos las mujeres aún necesitan imponerlos por ley o hacerlos visibles por la fuerza de tomar la calle, como sucedió el 3 de junio de 2015 en Argentina con Ni una menos o como ocurrió la semana pasada en Polonia, cuando después de una petición que logró juntar 450 mil firmas, cientos de miles de mujeres llamaron a la huelga, se vistieron de negro y en una impresionante demostración de poder colectivo -la mayor luego de las célebres marchas de Solidaridad que marcaron el comienzo del fin para el comunismo- marcharon para impedir el tratamiento de una ley que busca penalizar el aborto en todas sus formas y que sólo lo declara legal en caso de amenaza de vida para la madre. Al día de hoy, en Polonia el aborto está permitido solo en casos de violación o incesto o de riesgo de vida "severo e irreversible" del feto o de la madre, aunque en los hechos son muchos los médicos que se niegan a realizar la práctica argumentando objeción de conciencia.

Las polacas soportaron durante largo rato la lluvia y llevaron sus consignas por todas las ciudades de un país habitado por una abrumadora mayoría de católicos practicantes (un 87% de la población se declara católico) y que hoy está políticamente conducido por un gobierno...

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