Mueve Macri

Mauricio Macri

Estamos hablando desde hace tiempo de un problema de primera magnitud , que es central para la vida pública de la Argentina y de muchos otros países: el desencanto político ; el descreimiento de los ciudadanos respecto de la calidad de la democracia y de las prestaciones del sistema. Ese desencanto ya no se reduce a gente que está en contra de un grupo político -antikirchneristas, antimacristas-; empieza a haber manifestaciones anti-sistema, en general. Esto lo hemos visto en Brasil, en Chile, en Perú, algo de eso hay también en las elecciones que acaban de terminar en Francia y en Estados Unidos.

Hay una encuesta que refleja este problema en la Argentina. Es un trabajo que realizó la Universidad de San Andrés en donde estudian los niveles de satisfacción política. En este caso, analiza la imagen de las principales organizaciones, actores y sectores. Empiezo por el final: los jueces tienen un 59% de imagen negativa y un 5% de imagen muy buena, están en el fondo del mar. El kirchnerismo tiene un 67% negativa; el FMI un 41% y un 14% de imagen positiva. ¿Quiénes son los que tienen mejor imagen? Los científicos con solo 4% de imagen negativa; las pymes, con muy baja imagen negativa, con todo lo que representa el concepto respecto a la cuestión del trabajo, la producción; y el campo con un 14% de imagen negativa, entre otros.

En el mismo estudio, empieza a aparecer una reivindicación de organizaciones que la gente tiene asociadas con el orden como la Gendarmería y las Fuerzas Armadas. Aunque parece que no es lo mismo que la policía, que tiene 31% de muy mala, 17% de buena y solo 3% de muy buena. Los periodistas estamos ahí, con un 24% de imagen negativa, cerca de los medios de comunicación que tienen un 27% de imagen negativa. No está tan mal el movimiento feminista, donde hay una polarización. Los radicales se encuentran en el medio de la tabla, con un 27% de imagen muy mala, 5% muy buena y un 24% de buena. El Pro tiene imagen más negativa que el radicalismo y la misma imagen de positiva y de buena. Las organizaciones de Derechos Humanos también muestran una polarización, crece la muy buena y la muy mala. La Iglesia tiene un 34% de muy mala. Y se puede seguir. Llaman la atención los movimientos sociales que tienen una imagen muy mala del 43%; el Congreso tiene un 42% de imagen muy mala, solo el 2% de muy buena. Está tan escaso de consideración como los jueces, parecido a los sindicatos.

Las corporaciones políticas parecen estar en tela de juicio y eso se refleja en una radicalización, a través de la cual empiezan a predominar figuras, corrientes, discursos que se ponen en contra de todo. Por la izquierda, está el trotskismo que se presenta como antisistema. En contra del capitalismo, de una forma de organización de la sociedad. Del otro lado, en la derecha, hay un fenómeno que se cuida de decir que está en contra del sistema, aclara que está a favor de su existencia, pero que va en contra de una casta: ese es Javier Milei. Crece sin estructura, como un planteo de agitación contra el status quo, en parte porque mucha gente adhiere a posturas anti-Estado. Es lo que pasa cuando hay alta inflación y, sobre todo, cuando se presume que esa escalada tiene que ver con el exceso de gasto público y la forma espuria de financiar ese gasto público. Pero hay más que eso en Milei. Muy probablemente adhieren a él porque lo ven enojado y ven que en ese enojo está el propio enojo.

El diputado Javier Milei.

Está creciendo el trotskismo, relativamente. También está creciendo Milei en todo el país. Esto quiere decir que el centro se achica, como vimos en las elecciones del año pasado donde el Frente de Todos perdió 4 millones de votos y Juntos por el Cambio también perdió alrededor de un millón de votos, comparado con el 2019. Es verdad que fueron elecciones parlamentarias, en las que suele haber más dispersión. Esos votos disidentes van a estas expresiones y también al voto en blanco y a la abstención. Es un problema de adhesión, de confianza de la gente en el sistema político y en la democracia.

Ahora, esa pérdida que tiene el centro, el drenaje de votos y de confianza que tienen las dos coaliciones principales, la que rodea al Gobierno, el Frente de Todos, y la de Juntos por el Cambio, no es una pérdida homogénea. Pierden más los que expresan los extremos de esas coaliciones. Ese es el problema si miramos la coalición del Gobierno. No solamente en la relación entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. También empieza a haber disconformidad en la relación de los gobernadores con Alberto Fernández, que son otro actor, coral y por lo tanto menos identificable. No es una persona, son muchos, con distintos intereses y que hablan en voz baja porque no quieren pelearse con el Gobierno abiertamente.

Tiene sentido que Cristina Kirchner esté inquieta con Fernández. Un cuadro de la Universidad Di Tella muestra un índice de 0 a 5 la confianza en el Gobierno. Pero el economista Fernando Marull lo tradujo en un índice de 0 a 100 y lo combinó con las elecciones y los resultados electorales del...

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