De Moscú a Lomas de Zamora, para ayudar a los más chicos

Si esta fuera la presentación de un concurso, comenzaría diciendo que Patricio Di Stabile tiene 17 años, es de Lanús y está cursando el penúltimo año de la carrera de danza del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. Pero no: aunque hay un certamen famoso y un luchador, esta historia inspiradora va un poco más allá. Patricio va a dar hoy un gran salto: convenció a un grupo de bailarines del Teatro Colón, del Argentino de La Plata y de la Fundación Julio Bocca de participar de una gala de ballet solidaria para ayudar al merendero de la parroquia Santa Rosa de Lima de Lomas de Zamora y el comedor Los Pekes de las Chacritas, en Monte Grande, que reciben una población vulnerable, de entre 2 y 10 años. "Sé que no vamos a cambiar la realidad, pero ofreceremos nuestro arte gratuitamente para tratar de aportar un poquito", dice con una risa que muestra hasta las muelas. Se expresa con una seguridad atípica para un adolescente y enseguida uno entiende por qué no es raro que tanta gente le esté siguiendo la corriente: sus ganas de ayudar tienen un efecto contagioso.

El último no fue un año cualquiera para el joven Di Stabile. Soñó sin pudor que podría traerse de Moscú la medalla de uno de los concursos más importantes del mundo. Había sido admitido en el certamen de ballet, había conseguido la ayuda que precisaba para viajar, así que sin más se embarcó con su madre y su maestra, Raquel Rosetti, la misma que hace más de 30 años se presentó frente a ese jurado, cuando Bocca obtuvo el mítico oro. Pero perdió en la primera ronda. Su técnica era excelente; el "problema" era más bien físico: no tan alto, algo más robusto que los estándares de hoy. "Era una experiencia que quería hacer. Los vestuarios salieron de mi país, el Fondo Nacional de las Artes me ayudó un montón, fui, competí, aprendí mucho y perdí: fue un shock".

Tras quedar eliminado vio con ojos hambrientos cómo seguía la competencia para europeos, asiáticos y americanos. También vio, tras bambalinas, a las estrellas del Bolshoi. Vio, incluso, lo que para el resto del mundo estaría prohibido: los ensayos finales de una obra en homenaje a Nureyev, que intempestivamente días antes de su estreno mundial suspendió su première en un episodio que, muchos creen, fue un caso de censura enmascarado.

Con las manos vacías y los ojos desorbitados, regresó a Nueva York, donde llevaba ya varios meses perfeccionándose. Aprendió puro Balanchine, buscó estilizarse, ganó confianza y ahora se lo oye...

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