Si en el Monumental sólo se sufriera por el equipo...

En el Monumental hay muchos hinchas a los que se les sale el corazón por la boca, se les colapsa el sistema nervioso por un equipo que es capaz de lo peor y lo mejor, que deprime y euforiza, que frustra e ilusiona, que baja y sube, metáfora perfecta de lo que fue el infierno del descenso y el inminente ascenso que lo devolverá a la tierra prometida. El público se trastorna como reflejo de un equipo enloquecido, que tiene por única cabeza pensante e inteligente a la de Trezeguet.Pero en el Monumental también alguien puede perder la vida en circunstancias ajenas al fútbol, ser asesinado como si estuviera en un descampado, agonizar en medio del bullicio de la multitud. Alguien puede ser apuñalado por un arma blanca invisible e indetectable para los cada vez más grandes operativos de (in) seguridad. Otra muerte en el fútbol, cada vez más parecido al mundo del hampa, de la mafia.Ya había sido un milagro que no muriera nadie el domingo 26 de junio de 2011, la tarde del descenso que derivó en batalla campal. Casi un año después, en la noche que River quedó más cerca que nunca del ascenso, el drama deportivo por si la pelota entra o pega en el palo es reemplazado por la tragedia humana.Muchos de los que quieren...

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