Mon Laferte, esa voz que desgrana historias de amores intensos

"Ese personaje que inventé desde pequeña tiene más personalidad que yo", admite Mon Laferte, la cantante chilena que, luego de adoptar modismos mexicanos, desparramó su energía y sus canciones por varios países de América latina.

Norma Monserrat Bustamante Laferte es su nombre completo. Simplemente como Norma comenzó a subir a los escenarios de Viña del Mar y Valparaíso, hace 20 años, cuando era una adolescente que cantaba temas de Nubeluz. La primera vidriera importante que encontró fue la de la televisión, en programas de cazatalentos como Rojo fama contrafama, de la Televisión Nacional. Incluso, ya como Monserrat Bustamante, grabó su primer disco e incursionó en el cine, con una extensión de aquel programa hacia la pantalla grande, que se llamó Rojo, la película. Hasta allí, una cantante como tantas otras que salía de las factorías televisivas, esas que abundan en todo el mundo.

En 2007 decidió mezclar sus cartas y volver a tirarlas sobre la mesa. Se mudó a México, cambió de piel y la llenó de tatuajes, mutó su nombre a Mon Laferte y, luego de superar problemas de salud que la hicieron rever todo ese camino recorrido, se convirtió en el éxito actual, con una estética musical mucho más variada que la anterior y una energía que sabe transmitir, tanto sobre el escenario como en las situaciones menos pensadas.

Es directa. No tiene pelos en la lengua. Puede titular una de sus canciones "No te fumes mi marihuana"; puede interpelar a los medios de comunicación y al público del Festival de Viña del Mar (ese que tampoco tiene pelos en la lengua y es capaz de idolatrar o maltratar hasta a los artistas consagrados). En la última edición del festival, durante una entrevista pidió que no se queden en la superficialidad de un vestido. Porque es más importante una canción. Y tenía razón.

A principios de este año, en Viña del Mar, escribió en sus cuentas de redes sociales: "Entre los trajes regionales mexicanos, uno de los más conocidos y admirados por el mundo entero es, sin duda, el de las mujeres de la etnia zapoteca que habitan en el istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Me llena el corazón usar esta hermosa pieza de arte, hecha con las manos amorosas de mujeres artesanas y trabajadoras. Lo hago con mucho respeto y amor. Lo mío no son las alfombras, no encajo, me siento incómoda, más aún cuando hace sólo unos días nuestro país se estaba quemando y familias quedaron en la calle, no me siento bien luciendo ropa fina. Sé lo que cuesta ganarse el pan y no me...

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