El modelo cristinista desafía las libertades y la propiedad

Nunca antes, durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, se asistió como en la última semana a la presencia de un coro de funcionarios rogando por inversiones en la Argentina frente a empresarios estadounidenses. Tampoco con anterioridad se había visto a hombres de negocios riéndose en la cara del representante gubernamental que buscaba convencerlos de que nuestro país está condenado al crecimiento y de que "jamás escucharán a la Presidenta echándoles la culpa a otros, haciendo reproches, olvidando pactos o desconociendo los problemas".

Semejante papelón lo protagonizó el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, el jueves pasado en el hotel Alvear, durante un seminario organizado por el Consejo de las Américas, en el que estuvo acompañado por los ministros de Economía, Hernán Lorenzino, y de Industria, Débora Giorgi. Casi al mismo tiempo, el presidente de YPF, Miguel Galuccio, no podía ocultar ostensibles dificultades para seducir a inversores de riesgo.

Desde hace mucho tiempo, los capitales no se dirigen a países donde no tienen garantías de que puedan salir. El modelo cristinista está trascendiendo las fronteras argentinas por los abusos derivados de las expropiaciones de empresas; la prohibición de comprar moneda extranjera; las restricciones al giro de utilidades al exterior; la falta de estadísticas oficiales confiables; la deuda impaga con el Club de París (unos 9000 millones de dólares) y con los bonistas que no adhirieron al canje (otros 3500 millones de dólares); los fallos del Ciadi contra la Argentina aún no cumplidos; la exclusión del país del sistema general de preferencias por el gobierno de Barack Obama; la denuncia de 40 países ante la Organización Mundial de Comercio por las restricciones a las importaciones y la falta de acceso al crédito internacional.

Al igual que ante el auge de la delincuencia, el Gobierno ahora intenta convencer a los inversores extranjeros de que aquellas cuestiones son sólo una sensación, alimentada por medios periodísticos y calificadoras de riesgo. En otras palabras, de la llamada cadena del miedo y del desánimo. El problema radica en que, en el transcurso de las últimas semanas, se han sucedido demasiados hechos asociados a un intervencionismo estatal arbitrario y a la inseguridad jurídica, que espantarían hasta al más inocente inversor.

El principal de esos hechos se vincula con algo tan preciado como la libertad para salir del país. Nunca los argentinos percibimos tantos...

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