Misiles que caen lejos de La Matanza

Dicen en la academia de la geopolítica que la paciencia de Donald Trump con su par de Corea del Norte, Kim Jong-un, se va a terminar el día en que el líder asiático trasponga un umbral peligroso: si, por ejemplo, el próximo ensayo norcoreano es un misil capaz de salir y entrar en la atmósfera terrestre sin desintegrarse ante las vibraciones y las altas temperaturas. Hasta ahora, ninguna de las pruebas reunió esas condiciones: o ni siquiera atravesaron la atmósfera y cayeron al mar, como pasó esta semana con la bomba de hidrógeno, o lo hicieron pero se desintegraron al volver a la tierra. "¿Este chico no tiene algo mejor que hacer con su vida? Es difícil de creer que Corea del Sur y Japón continúen tolerando esto", escribió Trump en Twitter el 4 de julio, luego del lanzamiento de un misil con capacidad para llegar a Alaska que Kim definió como "regalo del Día de la Independencia".

El mundo económico mira estos desencuentros con estupor. Primero, porque el núcleo del capitalismo global ya no está en Londres, Berlín o París, sino en Asia: China es la segunda economía de la Tierra; Japón, la tercera, y Corea del Sur, la número 11. Y además porque analistas de seguridad internacional calculan que, a este ritmo, a Corea del Norte le falta un año para confeccionar lo que en la industria armamentística se conoce como "cabeza nuclear", es decir, una bomba apta para entrar en esos misiles que está lanzando al aire. Kim mostró la semana pasada una foto que los técnicos no terminan de creer. ¿Era una bomba, se preguntan, o un simple cascarón pensado para asustar?

Las incógnitas pusieron en alerta al Consejo de Seguridad de la ONU. Ya Henry Kissinger, que con 94 años asesora a Trump en la relación con China, ha hecho pública su estrategia: el objetivo debe ser un acuerdo para "desnuclearizar" la región. No es sencillo, porque tiene que incluir a todas las naciones involucradas, entre ellas, Rusia, y se basa nada menos que en garantizarle a Kim la continuidad de su régimen mediante asistencia económica. Ya es tarde para subestimarlo: como suele graficar Rafael Grossi, embajador argentino en Austria y especialista en la materia, el genio ya salió de la botella. Tampoco está clara la efectividad de un bloqueo comercial desde China, como exige Trump. "Ellos preferirían comer hierba antes que renunciar a su programa nuclear", refutó esta semana ante los medios Vladimir Putin.

Son razones que superan las especulaciones económicas, que a veces atribuyen el...

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