Una mirada más profunda, tras el éxodo de los legionarios

PARÍS.- "El dinero no es todo, pero cómo ayuda", reza una de las canciones de Los Auténticos Decadentes. A la hora de analizar la salida consumada de los siete representantes argentinos masculinos del cuadro principal de Roland Garros, no puede vincularse directamente con el apoyo económico que reciben los jugadores desde su gestación, pero indudablemente alguna incidencia, en cierto punto, llega a tener en lo que es el desarrollo de la materia prima. Las derrotas de Federico Delbonis y de Horacio Zeballos, ayer, reciclan el constante debate al que hicimos referencia hace unos días, en el que se volcaron conceptos y miradas muy interesantes ( http://www.lanacion.com.ar/1586724).Ya no hay más varones en el main draw, y la percepción que se tiene es la de un deporte que se ha desinflado, aunque no resulta una verdad irrefutable. Hay muchos matices, y el principal sigue siendo la comparación con lo que fue la Legión, aquella de Coria, Gaudio, Nalbandian, Cañas, Puerta, Calleri, Chela, y Acasuso, campeones o finalistas en cada fin de semana. De la que casi no quedan rastros ya, sino sólo hermosos recuerdos.Cada jugador argentino en desarrollo que pasa por Roland Garros hace mención al "esfuerzo", a la plata que les deben a sus sponsors-managers que costean sus carreras a cambio de extensos pagarés y porcentajes, a la lentitud que implica lanzarse desde los challengers, sobremanera cuando se complican los resultados, y lo que les suele cambiar la vida cuando empiezan a entrar en torneos de ATP 250, por ejemplo, y ni que hablar de un ingreso en un Grand Slam. Acá, los Delbonis, los Pella han capturado, por ejemplo, 45.000 dólares por acceder a una segunda rueda, un número que no suelen ver ni en varios meses de trajinar. Lo mismo se aplica para Paula Ormaechea, que todavía sigue en carrera.Las comparaciones son odiosas, pero cuando se piensa en el impacto que genera un monstruo como Roland Garros, empiezan a entenderse muchas cosas. Y aun así, no es garantía de éxito, como queda reflejado en muchos otros países que cuentan con la dicha de organizar un Grand Slam, como Australia, Estados Unidos o Gran Bretaña, y no se les caen los jugadores top de las manos. Francia es el que sobresale nítidamente entre las cuatro naciones sede, a partir de la cantidad de jugadores que genera, varios de ellos de primer nivel, lo que les garantiza ser protagonistas asiduamente, y hasta campeones en la Copa Davis, pero no les posibilita, por caso, coronarse en Bois de Boulogne...

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