Milei es imposible

Javier Milei

Conozco a Javier Milei hace muchos años. Es un gran economista teórico y una mejor persona. No me sorprende en absoluto su crecimiento: es el fruto de una sociedad cansada de los fracasos de los partidos políticos tradicionales y también de las desilusiones de las nuevas fuerzas que nacieron de las cenizas de 2001.

Javier construyó su popularidad derribando mitos. El más importante de todos fue el de que las ideas de izquierda eran moralmente superiores a la derecha y que lo primero era orgullo y lo segundo, en voz baja. Paradójicamente no lo hizo denunciando la fascista pretensión de superioridad moral de la izquierda, sino apropiándosela, a punto tal que dicta charlas tituladas "la superioridad moral del capitalismo".

Ojo, no quiero que se me malinterprete, en mi opinión no existe ningún sistema mejor que el capitalismo, pero la moral tiene que ver con un conjunto de valores que, por definición, son subjetivos y no pueden ordenarse de manera absoluta. La pretensión de superioridad moral que históricamente tuvo el peronismo (el de derecha y el de izquierda) cuando decía "nosotros queremos el bienestar del pueblo", como si el resto de las fuerzas políticas quisieran que a la gente le fuera mal, es un acto de fascismo y la misma cucarda le corresponde al que ahora pretende la superioridad por derecha.

Entonces empecemos por un pacto democrático. Asumamos que ningún conjunto de ideas de los que disputan el espacio político es moralmente superior al otro. Y quiero ser claro, yo estoy seguro de que muchas de las ideas del peronismo han conducido al subdesarrollo de la Argentina, pero no me considero moralmente superior y creo que la gente que sostiene esas ideas realmente lo hace desde la convicción de que son el mejor camino para el progreso de la sociedad. Entonces gritemos menos y conversemos más.

Segundo: Milei atacó a la corrección política de frente. Y se lo agradezco. En España hay un comercial de una "tienda de chistes" en la que se pueden comprar, tan caros como en una joyería, los chistes de funerales, feministas, gitanos, borrachos, discapacitados, etcétera. El éxito de la publicidad se basa, justamente, en que ya no se puede hacer un chiste porque la corrección política se ha pasado de rosca y nosotros íbamos de bruces al mismo camino. De hecho, el chiste de un empresario del sector alimenticio sobre la inflación fue un escándalo en los medios el año pasado. Por supuesto, todos entendemos que hay que tratar de evitar la ofensa y que si un chiste es agresivo no es chiste, pero hay una corriente extrema que quiere decirnos cómo...

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