Milei y el DNU: ¿habrá una negociación pragmática o un juego a todo o nada?

El presidente Javier Milei con su gabinete, durante el mensaje emitido por cadena nacional en el que se anunció el DNU de desregulación

La discusión por "sí o por no" en torno al decreto de desregulación y al proyecto de mega ley ómnibus enviado al Congreso nos trajo el recuerdo de la película italiana "La hora del cambio", que casualmente estuvo en cartel durante la semana de las elecciones de octubre de 2017. La película trata sobre la experiencia de un nuevo alcalde que viene de afuera de la política y destrona con un amplio apoyo popular al alcalde deshonesto, símbolo de la vieja política, con el eslogan "Cambiemos".

En el film el festejo dura muy poco y, en cuanto arrancan las medidas prometidas en la plataforma de campaña, los ciudadanos "afectados por el cambio" reaccionan. Entre otros, el cura se enoja porque no quiere pagar impuestos; el cuidacoches, por no poder cobrar por el estacionamiento; la vecina, porque no puede estacionar en la calle; los policías lloran porque tienen que hacer multas por primera vez; los empleados municipales, porque tienen que trabajar; el dueño del bar (cuñado del flamante alcalde), porque no consigue la autorización que esperaba para ampliar el local; el dueño de la fábrica, porque se la clausuran al no estar dispuesto a hacer la inversión para tratar los afluentes que contaminaban groseramente el mar, y sus empleados, porque pierden el trabajo.

La reacción escala y el cura organiza una reunión en la iglesia para ponerle un freno "al cambio". Con excepción de un ciudadano, que ve que la ciudad estaba "muy linda" (de hecho, en las imágenes después del "cambio", más que un lugar de Italia del sur parecía Suiza), acuden todos y organizan un complot.

La película termina cuando, en medio de la revuelta popular, el flamante alcalde caído en desgracia arenga al pueblo y explica que cambiar implica "cambiar todos y no que cambie solo el otro". El discurso es conmovedor y no corresponde contar el final; cada uno puede imaginarlo según sus creencias respecto de la viabilidad del cambio cultural o, directamente, puede conseguir la película para conocer las creencias del director.

Pero, más allá del grotesco, la alegoría viene a cuento de lo complicado de la agenda del cambio. Sobre todo, en una Argentina donde vienen fallando los intentos de establecer acuerdos para un cambio duradero que apuntale la productividad sistémica de la economía y haga sostenible el equilibrio fiscal.

Patológicamente, el disparador de...

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