El método Rachmaninov

Sergei Rachmaninov ingresaba al escenario y ya imponía un respeto. Alto, delgado, con el pelo cortado casi al ras y extremadamente serio, ese áspero campesino ruso había devenido en el más notable pianista de su tiempo. Y el hombre tenía sus excentricidades. O manías. En los recitales, se irritaba con esas toses del público que son un claro síntoma de distracción cuando no de disgustos. En 1931, con un lenguaje muy distinto al de su juventud, escribió las Variaciones sobre un tema de Corelli. En ella, Rachmaninov reveló una extraordinaria capacidad para elaborar veinte variaciones en las que navega hacia terrenos lejanos e insospechados. En todas ellas, respeta rigurosamente el modelo original -la antigua folía española- sin alterar el número de compases y rematando cada una de ellas con un final extremadamente claro. En ese mismo año, la tocó numerosas veces en una larga gira europea. Pero la novedad no era bien recibida porque su idioma, mucho más disonante, era diferente al de sus obras más conocidas. Las toses que sobrevenían al final de cada...

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