Ni Messi, Kempes o Bati: los rentables goles del Kun

Ya no le tiene miedo a la oscuridad, el fantasma infantil cuando el peregrinar de la familia hacía escalas en González Catán, en Florencio Varela y en la Villa Los Eucaliptus, en Quilmes. Tal vez ahora se está vengando de sus propios demonios de adulto. ¿Cuáles? Cuando en 2006 no fue al Mundial de Alemania porque José Pekerman prefirió a Rodrigo Palacio. Cuando tampoco estuvo en la Copa América de Venezuela 2007 porque Alfio Basile optó por Ezequiel Lavezzi. Cuando en Sudáfrica 2010 apenas fue titular en el partido de relleno frente a Grecia y no pudo convertir ni un gol. Cuando en la Copa América de 2011 ni estuvo en el suplementario contra Uruguay porque jugó tan mal que Sergio Batista lo sacó. Porque pasó por Brasil 2014 y sigue sin convertir en una Copa del Mundo...

El Kun Agüero está enojado, maravillosa noticia para la selección argentina. Si un crack es naturalmente peligroso, un crack furioso es atemorizante. Lo advirtió antes de viajar a Chile: "Si esta camada se va sin ganar algo, nos vamos a arrepentir toda la vida". Está encendido. Prácticamente conserva ese rostro angelical con el que a los 15 años, un mes y tres días debutó en la primera de Independiente, pero en realidad hoy está endiablado.

Habrá que creerle a Agüero. Cuando se esforzó por ser un mejor profesional, siempre se superó. Cuando aterrizó en Atlético de Madrid, con sus 18 años, David Jiménez no se demoró en tomarlo como un mal ejemplo. Era el nutricionista del club colchonero que no salía del asombro al analizar a ese diamante... en bruto. "Sergio llegó con unas costumbres y le costó adaptarse a los buenos hábitos. Consumía muchos hidratos de carbono, mucha carne roja y no bebía casi nada de agua porque no le gusta ni en pintura", develaba. Entre aquel Kun y éste de 27 años, acostumbrado a no concentrarse cuando Manchester City juega de local por la Premier, hay un evidente salto de madurez.

Debutó en la selección en 2006, en Londres. Brasil goleó 3 a 0 y le anticipó que no serían años sencillos. En silencio construyó un récord fabuloso que todavía adeuda una consagración. Le arde que se lo recuerden, como a Messi, a Di María, a Mascherano... Para el plantel ya no se trata de una afrenta, sino del combustible indispensable para motorizar la venganza.

Sus 29 gritos para la Argentina los logró en 25 de los 63 partidos que ha disputado en nueve temporadas. Pero con una singularidad: si él convierte, la selección no pierde. Ganó 21...

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