Messi salvó a la Argentina en unode los peores partidos de la historia

BELO HORIZONTE.– El seleccionado buscaba un manotazo salvador, pero el descreimiento se lo llevaba como un torbellino. También a él, claro. Porque las responsabilidades del Jefe son intransferibles. Volvía sobre huellas que parecían olvidadas, las del deambular fantasmal y los vómitos nerviosos. Incómodo y atribulado, desprovisto del halo angelical. Lionel Messi se consumía ausente, a kilómetros de ese líder que había golpeado el escritorio para ponerle condiciones hasta al entrenador. Asomaba un bramido de reprobación para esa selección que estaba cerrando ya no sólo el peor partido del ciclo de Sabella, sino también uno de los juegos más demacrados de la Argentina en los mundiales.Semejante desengaño provocaba un aleteo en el estómago. El seleccionado sentía el mareo y sólo las providenciales apariciones de Sergio Romero lo mantenían de pie. Un remolino que desempolvaba las peores sensaciones del pasado y viajaba entre el cachetazo de Checoslovaquia en 1958 al mazazo de Alemania en 2010. Con espectrales escalas en el baile de Holanda en 1974, la paliza de Brasil en 1982, el puñal de Camerún en 1990, la hiriente frustración de 2002… Esta vez era Irán, sin relieve, pergaminos ni jerarquía, para poner aún más en evidencia el derrumbe argentino. Y exponerlo especialmente a él. Al dueño.Messi es el futbolista con más recursos en el mundo para expresar su talento individual. Pero ayer fue un aventurero solitario, desconectado y estático. Prácticamente sin pase ni desmarcación, llamativamente sin gambeta ni cambio de ritmo. Paralizado en medio de un equipo que casi nunca se fabricó espacios ni descubrió atajos hacia la circulación de la pelota. Bloqueado, envuelto en el desconcertante rebaño albiceleste. Uno más, infame y decepcionante porque él es el número uno. Hasta que se apartó de la mediocridad, fue un instante, un relámpago en la tormenta, y cuando el partido se consumía bordó un zurdazo magistral. Para espantar la vergüenza, pero no la sensación de involución. Para desatar otro grito desaforado que no debe esconder la realidad.Nunca había podido convertir en Brasil en sus visitas anteriores a la Copa. Parece que se tenía reservada las travesuras para el Mundial. Contra Bosnia e Irán dibujó dos golazos de colección. Ambos para ganar. Nada decorativos, porque esos festejos sumaron seis puntos y clasificaron a la Argentina a los octavos de final. En Sudáfrica 2010 había acumulado apiladas fantásticas sin poder perforar los arcos, y en Brasil ya suma dos...

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