El mercado, ni bueno ni malo

"Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo" fue la inolvidable declaración de Juan Carlos Pugliese, exministro de Economía de Raúl Alfonsín, luego del fracaso del Plan Austral, cuando se avecinaba la hiperinflación que provocó su renuncia y la salida anticipada del líder radical. Sin quererlo, su metáfora le dio un lugar señero en la historia del país y un ejemplo inigualable en las clases de economía.El mercado no es ni bueno ni malo. En materia financiera, es una potencia abstracta, inodora, incolora e insípida, cuya fuerza puede expandir economías o deprimirlas, según el rumbo que tomen sus flujos y reflujos. La Argentina necesita la ayuda del mercado para salir de su encrucijada. Sin ingreso de capitales, es una casa vacía, donde resuenan discursos oficiales, petardos piqueteros y bombos cegetistas. Bolsillos huecos, billeteras mustias, despensas despobladas y merenderos llenos. Los bancos sin depósitos ni créditos; las empresas, sin ingresos, y el Estado intentando reactivar, sin recursos para hacerlo.Más vale entender cómo funciona para sacarle provecho, en lugar de desconocerlo, como lo hizo Pugliese, o de condenarlo, como lo hace la izquierda del "cuanto peor, mejor". De lo contrario, seguiremos tirando de una sábana corta, con la sábana larga al alcance de la mano.El mercado no es el "círculo rojo", ni los principales empresarios nacionales, con quienes el ministro de Economía se reúne para explicar planes, anunciar medidas y pedir apoyos. Se trata de una habitual rutina simbólica, pero ninguno tiene capacidad para impulsar al mercado en un sentido u otro. Ni lo son las entidades financieras que operan en el país, investigadas toda vez que compran del Banco Central dólares baratos y la cotización se dispara luego por incertidumbre. Tampoco es un partido político, ni una cofradía ideológica, ni una confabulación de especuladores, ni una conspiración de "vendepatrias", ni una alianza de agiotistas, ni un plan maligno de los Sabios de Sión para apropiarse de la Patagonia. Mucho menos un Jehová perverso, que, como lo exigió a Abraham, arrodilla a la Nación para que inmole en el altar del ajuste fiscal a los más débiles, a los jubilados, los desocupados, las viudas y los huérfanos.Históricamente, el mercado tiene mala prensa. Suele contraponerse al Estado, simbolizando este el bien común y aquel, el interés capitalista. El Estado como sinónimo de inclusión y gratuidad. El mercado, como lucro y exclusión. Lo solidario...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR