Mentiras y más mentiras

Como en la vieja -y terrible- amenaza infantil de que el lobo se comerá a los chicos que no hagan lo que se espera de ellos o que hagan precisamente lo contrario, algunos sectores de la oposición política en el país se empecinan en crear fábulas de visos apocalípticos.

La intención es tan clara como burda: fraguar la verdad para alterar los ánimos, conseguir rápidamente adeptos a la mentira, instalarla con fuerza en la sociedad y crear el caos informativo. Cuanto más revuelto el río, más ganancia para pescadores, aunque se esté pescando en un lodazal.

Dos ejemplos de lo que ha sucedido en los últimos días son suficientes para describir la estrategia de estos amantes de la posverdad, es decir, de la propagación de falsedades como si fueran ciertas.

El primer intento de asentamiento de groseras posverdades giró en torno de la decisión del gobierno nacional de renovar parte de la cúpula del Instituto Nacional del Cine y las Artes Audiovisuales (Incaa). Se separó de su cargo al titular de esa entidad, Alejandro Cacetta, un hombre respetado en el medio, pero del cual el Gobierno -tarde y mal- explicó que prescindía por no haber realizado a fondo todas las tareas que se le habían encomendado; entre ellas, llevar a cabo un control exhaustivo de las graves y numerosas irregularidades que se vienen denunciando en ese organismo.

A propósito de ese malestar con la anterior autoridad, el ministro de Cultura, Pablo Avelluto, denunció a Cacetta, entre otras cuestiones, por el alquiler del laboratorio Cinecolor para que en ese lugar funcionara la Cinemateca Nacional. Sucede que Cacetta había sido gerente financiero de Patagonik Film Group antes de asumir como titular del Incaa. Cinecolor es uno de los accionistas de Patagonik, razón por la cual, la Oficina Anticorrupción (OA), a cargo de Laura Alonso, le había advertido a Cacetta que se abstuviera como funcionario de cualquier tipo de vínculo con Patagonik.

Esa debilidad comunicativa del Gobierno -de la que pareciera no poder salir, teniendo en cuenta la cantidad de anuncios fallidos que terminan siendo aviesamente interpretados por la oposición más cerril y necesitada de generar conflictos donde no los hay- ha derivado en una serie de pronunciamientos de artistas y de algunos empresarios en reclamo de que no se privatice el Incaa, que no se lo intervenga ni se le baje el presupuesto, que no se modifique la ley del cine, que no se prive de subsidios a esa industria y tantas otras quejas sin el más mínimo...

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