A menos caja, más relato

En grandes letras blancas sobre fondo azul, el cartel invitaba: "Vamos a Tecnópolis". Contagiaba optimismo, la idea de un futuro venturoso garantizado por la divina tecnología y la certeza de que ese futuro estaba tan próximo que casi se podía tocar estirando la mano. El paraíso a la vuelta de la esquina. Para permanecer en ese estado de gracia sólo era preciso mantener la vista fija en el cartel. Porque cuando uno lo atravesaba y ponía el ojo en aquello que lo exhibía, el sueño se resquebrajaba. Lo hacía pedazos la realidad sobre la que había sido pintado: un tren viejo, sucio y herrumbrado, con parte de sus vidrios y sus asientos rotos. Un tren que, antes de alcanzar el futuro, debía pasar por la dura prueba de llegar hasta la primera estación.Hay afortunados que logran mantener la vista fija en el cartel. O en los carteles. Porque el kirchnerismo, preocupado por hacer de ese dulce sueño una condición del alma, siembra carteles por todos lados. Cada uno de esos carteles forma parte del llamado relato, una tenaz y costosa construcción cuyo éxito se ha convertido en uno de los pilares del Gobierno. Pueden adoptar la forma de un diario, de un programa de TV, de un candombe en Fútbol para Todos, de una telenovela y hasta de imaginativas piruetas lingüísticas que provocarían la envidia de René Magritte, el pintor surrealista que debajo del dibujo de una pipa escribió: "Esto no es una pipa".Todo es representación, ya se sabe. El problema surge cuando se pretende construir la épica y el mito con paradigmas caducos que para peor separan en lugar de unir. Hay que admitir, sin embargo, que en este caso han funcionado. Quizá porque en la Argentina los antagonismos del pasado han sido siempre tan feroces que todavía signan el presente. Un karma que el país lleva a cuestas.De cualquier modo, tan eficaz le ha resultado al Gobierno su relato, y tan instalado se encuentra en él, que lo ha aplicado con éxito aun en medidas que a primera vista supondrían una destemplada tormenta en el paraíso cristinista. Un buen ejemplo es la quita de los subsidios en los servicios públicos, decisión en la que además del relato está en juego otro de los pilares del Gobierno: la caja, la abundante y pródiga caja con la que ha sabido aceitar, con más osadía que nadie, esa invisible red de lealtades y sumisiones que lo ha hecho tan poderoso.El cartel que se montó sobre la medida dice: "Se acabaron los privilegios para los ricos", algo con lo que no se puede estar en desacuerdo. "Aquí...

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