La memoria de los que no tienen nombre

Ni siquiera la voracidad de los incendios forestales ?un padecimiento más en este caliente verano español? pudo empañar la límpida belleza del Mediterráneo en Portbou, al filo de la frontera con Francia.De frente a los montes chamuscados y las blancas casitas apiñadas sobre la costa, enclavado entre las llamas actuales y la huella de las tragedias que hace más de medio siglo asolaron la región, persiste un extraño refugio: el lugar donde el artista israelí Dani Karavan decidió que la memoria sea un pasaje atravesado por la sombra y por la luz.La obra comienza con unas piedras estrechamente apiladas y un breve sendero de acero que pronto deriva en un túnel, también de acero, construido ladera abajo. Me introduje en él, la mano de mi hijo en la mía, sus ojos devorando la repentina oscuridad, fascinados ante los ecos que producían nuestros pasos. Bien al fondo, en un rectángulo translúcido, asomaba el azul rotundo del mar. Recién al llegar allí pude leer la frase inscripta en una superficie de vidrio: "Es tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres. La construcción histórica está consagrada a la memoria de los que no tienen nombre". Walter Benjamin. La paradoja de un memorial para aquel que pedía recordar, no a quienes ?como él mismo? tenían asegurada su firma al pie de la historia, sino a la inmensa masa de olvidados de todos los tiempos.Había algo de santuario en el rumor distante de las olas, las ramas milagrosamente verdes que asomaban a uno y otro...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR