Maximiliano Guerra: 'Todo es posible si uno lo desea'

El Ballet Estable cumplía 80 años ese septiembre de 2005. Entre bambalinas, su mujer, Patricia, apenas se podía mover con su panzota: Zoe estaba por nacer. Él -como Julio Bocca o Paloma Herrera- salía a homenajear a la compañía del Colón. Ésa fue la última vez que Maximiliano Guerra bailó para el elenco que hoy dirige. El primer día que volvió "a su casa" estrenando cargo, hace tres semanas, vio gestos de susto y preocupación; el segundo, las mismas caras estaban relajadas, sonrientes. Ese cambio casi instantáneo que él advierte marca la senda de su primer objetivo: "Hacer que la compañía esté feliz".

Al que esta meta le parezca naíf le falta información. El prestigioso Ballet Estable del Colón -que hasta que Guerra ingresó como director trabajaba dos horas diarias como medida de fuerza por un conflicto que lleva meses- es tanto un elenco de magníficos talentos como un cuerpo lastimado, con heridas que duelen: los mejores artistas de la danza del país ganan poco, bailan menos, integran un plantel envejecido, y en más de un sentido impedido de superarse. Ante estos ejes ya casi históricos, y frente a una temporada legada de la gestión anterior, la pregunta se impone: ¿por qué Maximiliano Guerra le dijo sí al nuevo director general del teatro, Darío Lopérfido "Hay un aire nuevo desde su designación, un punto de viraje que simboliza un nuevo comienzo. Como decís, la temporada está armada, y no es mala. Por otro lado, mi corazón está acá. Me dicen que el Ballet necesita una mano, y obvio que estoy para darle lo mejor de mí, que te puede gustar más o menos, pero es lo mejor de mí y se lo voy a dar."

-¿No te asusta la gestión pública?

-Más que la gestión pública, lo que significa el Colón. Ediliciamente es uno de los cinco mejores del mundo y artísticamente está entre los veinte primeros. Eso es lo que más asusta: ¿estaré a la altura de él?

-¿Cómo encontraste a la compañía?

-Fue una buena recepción, con ganas de trabajar. Decimos compañía y encerramos a todos en una palabra, cuando son seres humanos que durante toda la vida han estado intentando perfeccionarse y quizás en algunos casos han sido golpeados, no les ha ido tan bien como pensaban, y todo eso va generando un poco de amargura. Creo que la mejor mano que le podemos dar es hacerlos sentir bien. Para que te puedan hacer disfrutar a vos que estás sentada en una platea, tienen que tener esta alegría de hacer lo que les gusta.

-Cuando fue el turno de Lidia Segni, llegaba una maestra famosa...

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