La masacre pone sus dos pies en el fútbol

La violencia en el fútbol argentino es una definición genérica que viene de la noche de los tiempos y está quedando corta, insuficiente, para describir la dinámica de los últimos acontecimientos. Es más preciso hablar de las masacres del fútbol, de las tragedias sangrientas que se cobran vidas en las más diversas circunstancias. La víctima puede aparecer en una madrugada en la pileta de la sede de un club, como ocurrió con Racing. En la herrerería de las entrañas de un estadio, como sucedió en Vélez. Abajo de una tribuna, como hace casi un año se encontró a un apuñalado en el Monumental. O tendido en las adyacencias de la cancha, alcanzado por un disparo de la policía, como indican los informes de los incidentes de ayer en La Plata.Hay partidos que se juegan a puertas cerradas, algunos sin publico visitante, otros que se suspenden en pleno desarrollo (en esta fecha hubo dos: Vélez-All Boys y Estudiantes-Lanús). Los horarios se subordinan a las conveniencias y necesidades políticas del Gobierno. La anormalidad pasó a ser regla general. Las barras se desangran en las peleas internas entre facciones que se disputan el botín del negocio que los dirigentes, políticos y fuerzas de seguridad consienten.El fútbol argentino está lleno de bombas de tiempo que explotan un día sí y al otro también. Lo que ocurre en primera división adquiere mayor visibilidad en los medios, pero no hay que olvidar que el submundo del ascenso es igual de tenebroso. Para atestiguarlo están los salvajes ataques de barrabravas que hace poco sufrieron los planteles de Huracán e Independiente Rivadavia de Mendoza.Hay una sensación de impunidad e inacción extendidas. Hace un par de meses, Futbolistas Argentinos Agremiados quiso llamar la atención con el "Minuto de piernas caídas" que cumplían los dos equipos antes de empezar los partidos. Una protesta simbólica en un contexto en el que las autoridades gubernamentales y de seguridad no adoptan la decisión política de acabar con un flagelo que no da tregua y se retroalimenta sin reparar en límites ni controles.El espacio público que ocupa el fútbol se transformó en un campo de batalla que requiere una intervención superior. El Gobierno decidió en...

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