Martín Báez quedó en el foco de las sospechas

A los 35 años y multimillonario, Martín Antonio Báez no la pasa bien. La Justicia lo acusa de presuntas maniobras de lavado de activos, mientras la televisión repite las imágenes en las que aparece junto a una montaña de dólares en la financiera SGI, la infame La Rosadita de Puerto Madero.

Señalado por propios y ajenos como el heredero de los negocios de su padre, Martín Báez lleva casi una década recorriendo los vericuetos de sus empresas, como también de sus proyectos personales, como el club Boca Unidos de Río Gallegos.

Ya en 2007 empezó a aparecer en los registros societarios. Figuró en Epsur, la petrolera que cosecharía reportes de operaciones sospechosas (ROS) por presunto lavado, y en Hyu Kar SA, una firma de Comodoro Rivadavia dedicada a la comercialización de autos de alta gama, uno de sus gustos. Si su padre era conocido en Río Gallegos por la "flota negra" de vehículos, él optó por los colores. Por ejemplo, para su Audi rojo.

Desde entonces, su nombre se repitió en la Argentina junto al de su padre en siete sociedades más: Fiduciaria Edificio Northville, Misahar, Valle Hermoso, Kank y Costilla, Loscalzo y del Curto, Alucom Austral y Escalatur.

Sin embargo, pronto quedó asociado también a las controversias. Su firma aparece en cuatro de los convenios que empresas de Báez firmaron con Valle Mitre, la gerenciadora del hotel Alto Calafate de la familia Kirchner. Es decir, la operatoria que quedó en manos del juez federal Daniel Rafecas y el fiscal Carlos Stornelli por presunto lavado de activos.

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