A María Kodama, en su cumpleaños

María Kodama

María Kodama era atípica en casi todo. Hoy cumpliría 87 años. Nació el 10 de marzo de 1937. Ella jamás recordaba a nadie en sus fechas de fallecimiento, honraba la vida en todas sus formas y solo celebraba su natalicio con algunos amigos cercanos . Solía reunir a no más de ocho personas en el-Club Francés o en La Olla de Félix , y con frugalidad recibía regalos y afectos.

A Borges siempre se lo recordaba exclusivamente en la fecha de su cumpleaños desde la fundación internacional que ella presidía, con festejos que incluían música, lecturas, tortas y amigos, pero expresamente no se hacía ninguna referencia al día de su deceso. Solía aclarar que esa modalidad era una tradición japonesa que ella había adoptado con total convicción.

Si miramos retrospectivamente su vida, no deberíamos sorprendernos. Apasionada de la vida, sus hábitos rigurosos y fuertemente arraigados marcaban el día a día. Su incansable satisfacción por el trabajo la impulsaban a sus obligaciones sin horarios ni calendario. Daba clases magistrales en universidades, charlas en salones literarios o espacios culturales que la recibían con devoción y afecto. Despertaba cariño a su paso y la acompañaba en su tránsito cierta luz de misterio y admiración.

Para su trabajo no le importaban las geografías. La he visto, por ejemplo, en la Universidad Carmen de Areco, provincia de Buenos Aires, y horas después salir para Manchuria, regresar, por unas horas, y volver a tomar otro avión. Durante el vuelo, según decía, no se permitía moverse hasta el aterrizaje. Clases en la Universidad de El Cairo, y tras su regreso, casi de inmediato, una visita a alguna provincia argentina para disertar ante un grupo de estudiantes, sin que su cuerpo registrara fatiga alguna.

En la charla solía repetir…-"estoy destruida", pero una invitación para ver algún espectáculo o compartir algún encuentro gastronómico con amigos la hacía olvidar lo transitado y se sumergía en el convite con infinita alegría, en charlas y comentarios sobre cierto espectáculo teatral que había visto en algún espacio periférico de Buenos Aires. Comía siempre con la misma gaseosa, en medidas homeopáticas. Y nunca omitía el café, siempre con un hielo, para apaciguar lo que ella llamaba lengua de gato, por no soportar temperaturas calientes en su boca.

María era de una puntualidad exagerada, impecable en su arreglo personal. Bajaba del piso octavo donde vivía en la calle Rodríguez Peña sin que le faltaran sus tradicionales...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR