Marcelo Cohen, aprendiz vitalicio y autor de una de las obras más originales de la literatura argentina

Marcelo Cohen, un escritor original e innovador

A los setenta años, el escritor, traductor, crítico literario y editor Marcelo Cohen (Buenos Aires, 1951) se considera un aprendiz vitalicio. "Nunca hago el ejercicio o practico la evaluación de mi trayectoria -dice en diálogo con LA NACION -. De hecho, nunca he pensado que tuviera una trayectoria. Tengo una serie de zigzags y desde cierta edad he procurado no cultivar lo que uno cree que es una identidad. Mucha gente, mis amigos, mi mujer y mi hija me hicieron cambiar y aprender". A Cohen, autor de cuentos, novelas y ensayos, le llama la atención la gente que afirma que siempre ha pensado lo mismo. "Como si fuera una virtud -acota-. Pensar siempre lo mismo significa que uno nunca se cuestionó lo que pensaba, y de la misma manera si uno se cuestiona lo que escribe o su manera de ser siente ganas de cambiar. Y la mejor manera de no ser siempre el mismo es dejarse empapar por los otros". Los cambios en el rumbo de la vida de Cohen -que residió en España entre 1975 y 1996- quedan reflejados en su obra, una de las más originales de la literatura argentina.

Tres clásicos de Marcelo Cohen: "El país de la dama eléctrica" (su primera novela), "El oído absoluto" y "Los acuáticos"

Si bien ya había publicado libros de cuentos, el debut de Cohen en la literatura argentina se puede fechar en 1984 con El país de la dama eléctrica , su primera novela, publicada en Barcelona. Protagonizada por un joven rockero, anticipa algunos de los motivos de su obra posterior: dúos de personajes en tránsito, jergas y diversos registros del español, sistemas políticos autoritarios de mayor o menor intensidad, una polisemia moderada (la "dama eléctrica" del título es a la vez la guitarra y la picana), la isla como territorio y la música, elemento constitutivo de su obra. "El traductor, como el escritor, piensa que ni la música está libre de la tensión del sentido, ni la literatura apabullada por la significación", escribió en Música prosaica. Cuatro piezas sobre traducción (2014).

Tradujo a autores como Nathaniel Hawthorne, William Shakespeare, Raymond Roussel, Gene Wolfe, William Burroughs y M. John Harrison. "Traducir requiere mucha disciplina -afirma-. Hay que levantarse todos los días, y uno es el dueño y el patrón de sí mismo y en cierto modo es como un taxista. El día en que no trabaja o trabaja menos o que no hace suficientes vueltas se tarda más en terminar el libro y lo que se gana por mes es menos. Hay que ser muy...

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